Construyendo un rascacielos

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—Llegué A'Jiu.

—¿Cómo le fue señor?

—Del demonio —colocó la bolsa en el escritorio—, lo compré para ti, espero te guste.

—Gracias —se limitó a acercar un poco más la bolsa, su vista se mantuvo en el hombre que no se movía, aquello hizo al secretario comenzar a sudar de las palmas puesto que el silencio en Yue era demasiado sospechoso. ¿Y si lo había descubierto? ¡No, imposible! Haciendo acto de valentía y retomando el papel de secretario cortes, se inclinó hacia el frente para verle mejor—, ¿Ocurrió algo?

—Sí... ¡Oh Dios mío! —Qingyuan dejó caer los hombros, se talló el rostro con ambas manos y suspiró realmente fuerte— ¿Podrías acompañarme a la sala? Necesito un trago.

—Claro señor.

Xiao Jiu siguió a su jefe, el recién llegado se fue despojando del saco y la corbata para desabotonar lo suficiente su camisa; se sentía asfixiado, extraño, desesperado y pronto se dejó caer sobre el elegante sofá y procedió a masajear el puente de su nariz en señal de frustración.

El secretario observó el movimiento y sirvió el licor favorito de su jefe en una copa, lo cedió y fue rápidamente tomado. La expresión de Yue Qingyuan ponía tenso a Xiao Jiu quien no sabía lo que había ocurrido, se sentía sumamente ignorante y aquello no le gustaba ya que era amante de saber todo ante cualquier movimiento.

—Me encontré con Shang Qinghua. —Soltó después de beberse el contenido de la copa.

—¿Y qué sucedió? —Internamente comenzó a relajarse porque el altercado si había ocurrido.

—Pude verlo mejor y debo decir que luce realmente hermoso, no ha cambiado mucho, pero aunque quise hablar con él, no me escuchó.

—¿Por qué no?

—Sigue dolido conmigo, me odia lo sé, le confesé que lo sigo amando pero creo que es muy tarde.

—Nunca es tarde para el amor —expresó recordando aquella frase que había olvidado donde la había leído—, tal vez piense que él lo odia pero por algo se han reencontrado, quizá significa que puede haber una oportunidad.

—¿Lo crees? —La mirada esperanzada de Yue hizo sonreír a Jiu para sus adentros, su jefe era tan manipulable en el tema amoroso, ahora faltaba aplicar lo mismo con Qinghua.

—Lo creo señor.

—¡Oh Dios, A'Jiu! No sabes lo mucho que me ayuda hablar contigo, sé que puede resultar molesto pero callar lo que me sucede llega a volverse asfixiante —habló relajado puesto que su secretario había rellenado su copa de nuevo—, por cierto ¿cómo vas con los hoteles?

—Bien, podrá empezar la campaña con éxito.

—¿Irás conmigo?

—Lo siento señor, esta tarde recibí una llamada de mi madre diciendo que mi padre ha sido hospitalizado —suspiró largo y cansino. Siendo un excelente actor—, debo ir a verlo.

—¿En serio? Oh lo siento mucho, ¿necesitas ayuda en algo?

—No señor, estaré bien, así que espero que empiece esa campaña con el pie derecho.

—Gracias A'Jiu —miró la hora y negó—, no robaré más de tu tiempo, espero descanses bien y nos vemos mañana.

—Igualmente señor, hasta mañana. —El joven secretario se levantó del sofá contiguo y acudió a su escritorio para tomar su bolsa de regalo y sus cosas personales.

Se despidió cortés de todos, con una sonrisa apenas visible pero educada, bajó al estacionamiento subterráneo y tras encender el auto arrancó saliendo por la cochera trasera de la gran mansión.

The sniper «BingJiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora