Capítulo 50. Hunter

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Leslie tenía la respiración acelerada y las mejillas encendidas

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Leslie tenía la respiración acelerada y las mejillas encendidas. Estaba haciendo más ejercicio del que se imaginaba, y por su culpa yo también.

—Siéntate encima —me exigió.

Con un suspiro hice lo que me pidió, pero dudaba que fuese a funcionar. Esa maleta no iba a cerrarse con toda la ropa que había metido en ella.

—¿Y si pruebas a vaciarla un poco?

—O también podrías dejarme un poco de sitio en la tuya.

Ni de coña. La pude cerrar por suerte, ya que mi ropa abultaba más que la de ella, pero llevaba menos productos para el pelo. Me valdría con el gel que tuviesen en el hotel.

Era mediados de noviembre, e iríamos a Alaska para hacer la sesión de fotos. Querían un clima muy invernal, y al menos nos regalaban ese pequeño viaje.

—¿Te das cuenta de que solamente vamos un fin de semana, y la mayor parte del tiempo estaremos trabajando?

Haciendo oídos sordos, Les colocó uno de sus pies en la maleta y tiró de la cremallera. Si esa cosa estallaba, me lanzaría volando directo al techo.

No habíamos vuelto a tocar el tema de mis celos o de sus sueños eróticos desde la fiesta. Ella estuvo unos días bastante molesta por todo el tema con Carter, y después nuestros trabajos y mi universidad nos absorbieron a tiempo completo. Solamente nos veíamos por la noche, a la hora de la cena, y de dormir.

Sin embargo, tonteabamos. Lo hacíamos a todas horas, y me gustaba ese juego. En el que Leslie entrelazaba sus piernas con las mías por las noches, en el que le enseñaba a preparar la carbonara de mi madre y ella me daba a probar un poco con la cuchara. Un juego en el que se acercaba a mí y me ponía tan cachondo que, cuando se alejaba, necesitaba meterme directo a la ducha.

Pero un juego en el que, al final, ninguno de los dos se animaba a dar el siguiente paso.

—¡Ya está! —Exclamó con entusiasmo, apartándose de la maleta con los brazos en alto.

Hice lo mismo. Me levanté observando con miedo a que las cremalleras vencieran y acabáramos salpicados en ropa, pero parecía funcionar.

Leslie aplaudió y soltó una carcajada.

—¡Soy la mejor en esto! —se halagó—. ¿Tomamos una cerveza para celebrarlo?

—En realidad no eres la mejor, yo te ayudé —objeté, pero ella me ignoró.

La seguí fuera de la habitación, a la cocina. Sacamos unas de las últimas latas que quedaban todavía de la fiesta de cumpleaños de Valeria del mes anterior, y nos sentamos en el sofá para tomarlas. El sofá que, por fin, solamente tenía esa función. Mi espalda había notado una mejoría impresionante en las últimas semanas.

—Será tu primer trabajo como modelo, ¿estás nervioso?

—No creas, Blake me ha dado unos tips.

Otra Vez Nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora