chapter sixty-five

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Mirando la casa a lo lejos, Renata forzó una sonrisa en su rostro para parecer alegre, como si no pasara nada. No había sido sometida a torturas, no había descubierto la oscura verdad de su familia y del gobierno que la rodeaba. En cambio, formaba parte de ella y sus recuerdos reprimidos la dejaban feliz y ajena a todo. Todo era absolutamente perfecto en el mundo de Renata Abate mientras se acercaba a la casa de los Abate.

-¡Mamma! ¡Papà!- gritó nada más entrar, mantuvo la voz, algo aguda como si estuviera emocionada por algo -¿Mamma? ¿Papà?

Al oír su voz, pudo escuchar al instante el revuelo en la casa como si se apresuraran a ver si esa era su llegada para desafiarlos a una pelea o si estaba "mejor". Alcina llegó primero a la puerta del salón, y lo primero que notó Renata, fue el apretón de su varita en la mano. Sin embargo, hizo ver que no lo notaba o que, si lo notaba, no le importaba porque se suponía que no era una amenaza.

-¡Mamma!- exclamó feliz, sintiendo los nervios de su madre, no se podía ocultar que Alcina estaba nerviosa a su lado, lo que sólo hizo que Renata sonriera aún más.

-Renata, ¿qué estás haciendo? ¡Prácticamente estás saltando de un lado a otro! ¿Por qué estás tan excitada?

Al acercarse, Renata rodeó a su madre con un abrazo -¡Tengo motivos para estar emocionada, mamá! ¿Conoces a Davide? Pues me ha pedido una cita, ¡quiere llevarme a pasar el día!

Alimentando la expectativa de su madre acerca de querer que Renata esté con el "hombre perfecto" probablemente no había nadie mejor que Renata pudiera elegir para salir en la mente de Alcina, entonces alguien que estuviera realmente involucrado con todo el proceso de la memoria.

-¿Ah, sí?- los dedos de Alcina se aflojaron alrededor de su varita y Renata pudo sentir cómo se relajaba en su agarre -¿Cuándo ocurrió eso?

-Bueno, yo estaba afuera arreglando las flores del jardín, las camas parecían un poco secas, y él apareció. Tendrías que haberle visto, mamá, ¡parecía tan nervioso! Casi como si volviéramos a ser niños de colegio. Ahora también está muy guapo, ¿te parece bien que vaya?

-¡Claro, claro!- dijo Alcina y Renata no quería otra cosa que abofetear a su madre por ser tan asquerosa. Era asombroso ver que no tenía ningún problema en jugar con las mentes de sus propios hijos, siempre que eso significara que ella conseguía lo que quería.

Pero para interpretar su papel, Renata dio una palmada, con la cara enrojecida, aunque parecía que estaba emocionada por su cita, en realidad estaba echando humo internamente.

-Debería ir a prepararme- le dijo Renata -pero no encuentro mi varita. No sé en qué estaba pensando al salir a los jardines sin ella. Habría facilitado mucho el trabajo, pero a veces siento que si mi cabeza no estuviera pegada a mi cuerpo también la dejaría en algún lugar.

-No tienes que preocuparte por eso, cariño- dijo Alcina, rebuscando en el bolsillo de su túnica -lo tengo. Tienes la costumbre de dejarla por ahí, tienes que esforzarte más. Eso acabará volviéndose en tu contra algún día.

-¡Lo sé, lo sé! Sobre todo con mi formación de auror, ya podía ver la cara de todos si me presentaba sin mi varita porque la había olvidado en algún sitio- Renata se rió a la fuerza mientras le concedían su varita. Se detuvo un minuto, mirando su varita y contemplando la posibilidad de sacar a su madre allí mismo. Sin embargo, como su padre aún no había aparecido en la habitación, tenía la ligera sospecha de que estaba esperando en algún lugar para asegurarse de que todo siguiera funcionando bien.

Por no hablar de que necesitaba ganar todo el tiempo posible para que su plan de rescate llegara a Adelmo.

-¿Está todo bien, Renata?- la voz de Alcina sonó en sus oídos, haciendo que Renata levantara la vista y viera, no preocupación, sino cautela en su expresión.

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