08|permanencia súbita.

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08 | PERMANENCIA SÚBITA.

          ROJO CARMESÍ. Las manchas se volvían parte de las mismas motas de sus prendas, impregnándose en el material como un tatuaje. Se sentía húmedo, y extraño. Desagradable.

Era todo tan repentino. Una peripecia teñida de oscuridad y desconcierto.

Desconcierto.

Esa sensación se apoderaba de su interior nuevamente. Ahora, los latidos del corazón palpitaban en sus oídos, pero eran calmos, lentos. Muy lentos. El silbido que le había quedado inmerso en la mente no se iba, era peor. Y las voces, lejanas. Junto con la visión borrosa y confusa.

¿Qué estaba sucediendo?

Algo indiscutiblemente temeroso era. Camille lo sabía. A pesar de estar presente, estaba lejos de allí. Porque no reaccionaba, ajena a los llamados del detective, y de las leves sacudidas que sus brazos le brindaban. Tampoco de los clamos a su nombre, que se repetían incesables, pero sin éxito. Nada parecía sacarla del trance.

—Está en estado de shock, Jay. —escuchó la voz de la detective Hailey, ni se inmutó. —Debes sacarla de aquí, ahora.

No sé resistió, no es como si hubiera encontrado fuerzas para hacerlo tampoco. Se dejó llevar, lo único palpable era el tibio tacto del detective Halstead sobre sus brazos, dirigiendola a través de las escaleras y las curvas de los pasillos. Sabía que si sus pies fallaban, él podría sostenerla. No debía preocuparse de eso ahora.

Chocaban contra el movimiento que iba y venía. Los oficiales subían y bajaban, repiqueteando apurados.

Sí, algo malo había pasado.

No supo en qué momento, pero ahora aquella especie de sótano ya estaba lejos, y los baños de la estación se mostraban más claros y tranquilos. Que ironía la tranquilidad en dichos instantes.

—Camille. —llamó él.

Sus orbes azules se clavaron en ellas como un par de dagas. Fervientes en preocupación, la observaban.
El castaño, de alguna manera, estaba acostumbrado a esta clase de situaciones. Pero ella no. Y eso le consternaba.
Jay sabía que la mujer había pasado por mucho, y muy en el fondo temía de lo que esta situación pueda desencadenar en el futuro.

Pero ella parecía ida.

—Camille, oye. —y en un intento desesperado por captar la atención de aquellos ojos desamparados, una de sus manos viajó hasta su mentón, moviéndolo hasta él.

Él juraría haber sentido el desasosiego que inundaba aquella mirada. El dolor, la pena, y el sufrimiento, cada uno de ellos navegando deliberadamente por la cándida persona de la castaña.
No quería eso. Él no quería eso.

Entonces, fue allí cuando Camille lo sintió. Como un revoltijo, subiendo y bajando en su pecho. Una angustia indescriptible que ahora parecía llegar a su auge y crepitar cada uno de los recuerdos en su mente cuál viento avivando al fuego.

Bajó la vista, centrándose en la camiseta del hombre, y distinguiendo los apices de sangre que coloreaban la misma. El pitido cesó, pero por el contrario, su corazón se aceleró.
Ahora, miró sus propias prendas, y un sollozo escapó de sus labios.
Su camiseta también tenía aquellas manchas. Era la sangre de Elliot.

Elliot.

Pensó en él. Qué había sucedido en los últimos minutos, lo rápido que había pasado; su cuerpo desplomado sobre el suelo grisáceo del lugar, y la sangre fluyendo fuera de él.

El sonido del disparo. Seguía allí.

Elliot.

La vez que se habían conocido. Esa sonrisa risueña que había conquistado cada parte de la castaña.

CROSSFIRE ━━ chicago p.dDonde viven las historias. Descúbrelo ahora