—He hecho mediciones críticas y comparaciones balísticas tras nuestra reconstrucción del ángulo de entrada in situ.

—¿Veinticinco? —preguntó Poché.

—Veinticinco.

—Un calibre realmente pequeño para derribar a un hombre tan grande.

La forense asintió.

—Pero una bala de pequeño calibre directamente en el cerebro puede ser extraordinariamente eficaz. De hecho, una de las armas con las que se producen mayor cantidad de muertes con un solo disparo es el Winchester X25. —Garzón podía ver el reflejo de Buckley en la bandeja metálica de la báscula colgante, estirando el cuello para no perderse nada de lo que decía Mariana—. Se trata de una bala fabricada como si fuera de punta hueca, pero el hueco está lleno de balines de acero que ayudan a la expansión dentro del cuerpo una vez pegado el tiro.

—Vaya. Cuando eso golpeó su cerebro, debió de haber sido como machacar con un martillo un plato lleno de huevos revueltos —dijo Ruiz.

Buckley lo estaba mirando aterrado, así que la detective remató—: Como si lo de ahí dentro fuera la primera fila de un concierto de uno de los Gallagher.

—Más o menos —admitió Mariana—. Sabremos más una vez le hayamos cortado el cerebro para abrirlo y buscar el tesoro, aunque yo diría que se trata de uno de esos proyectiles.

—Pero el hecho de usar un arma tan pequeña implicaría que quien quiera que haya sido el que hizo esto, sabía que iba a tener la oportunidad de acercarse mucho.

—Claro —dijo Mariana—. Definitivamente, sabían lo que hacían. Un arma diminuta de pequeño calibre. Fácil de ocultar. La víctima nunca lo ve venir. En cualquier momento y en cualquier lugar.

—¡Pum! —exclamó Sebas.

Buckley gimió y se estremeció.

Garzón se dirigió hacia él, asegurándose de no interferir en la imagen del ruso muerto. El portero parecía un pez fuera del agua. Abría y cerraba la boca, pero no conseguía articular palabra.

—¿Puede identificar claramente a este hombre?

Buckley eructó y Poché temió que le vomitara encima, pero no lo hizo y eso pareció ayudarle a recuperar la voz.

—¿Cómo pudo alguien... cargarse a Pochenko?

—Hay gente involucrada en este caso que ha muerto, Gerald. ¿Está seguro de que no quiere darme un nombre que ayude a detener esto antes de que usted se una a ellos?

Buckley no daba crédito.

—Era un animal salvaje. Se reía cuando lo llamaba Terminator. Nadie podía matarlo.

—Pues alguien lo hizo. De un solo tiro en la cabeza. Y apuesto a que usted sabe quién —avanzó ella. Contó hasta tres y continuó—: ¿Quién lo contrató para robar la colección de arte?

La abogada se puso en pie.

—No responda a eso.

—Tal vez no sepa quién fue —dijo Garzón. Sonó de lo más intimidatorio, precisamente por la tranquilidad con que lo pronunció. En lugar de gritarle o interrogarlo con severidad, se estaba desentendiendo de él—. Creo que estamos persiguiendo nuestro propio rabo. Deberíamos soltarlo. Pagarle la fianza bajo su propia responsabilidad. Dejarle creer que todo ha acabado ahí fuera. Ver cuánto dura.

—¿Es ésa una oferta de buena fe, detective? —preguntó la abogada.

—Villalobos, trae la llave para quitarle las esposas.

Detrás de él, Sebas hizo repiquetear un manojo de llaves y Buckley retrocedió, encorvando los hombros al oír el sonido, como si se tratara del chasquido de un látigo.

—¿No es eso lo que quiere, Gerald?

El hombre se tambaleaba de pie. Blancas franjas de saliva conectaban su paladar con su lengua.

—¿Qué...? —Buckley tragó saliva—. ¿Qué le ha pasado en...? —Hizo un gesto recorriendo de arriba hacia abajo su propia cara para señalar la quemadura de Pochenko.

—Ah, se lo hice yo —dijo Poché tranquilamente—. Le quemé la cara con una plancha caliente.

Él miró hacia Mariana, que asintió para corroborarlo. Luego miró a Garzón y después a Pochenko, para volver otra vez a Garzón.

—Está bien.

—Gerald —dijo la abogada—, cállate.

Él se volvió hacia ella.

—Cállate tú.

Gerald Buckley miró a Poché y le habló con amabilidad, resignado.

—Le diré quién me contrató para robar los cuadros.

Poché se giró hacia Calle.

—¿Nos disculpas un momento? Necesito que esperes fuera mientras el señor Buckley y yo hablamos.












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Bye 😉

Ola De Calor (Caché)Where stories live. Discover now