¿Y si lloramos todo el tiempo?

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No es como si me gustara mentirle a las personas, porque no le encuentro ningún tipo de alivio absoluto el traicionar la confianza que alguien tenga en ti. Es sumamente sucio pensar que puedes estar tranquilo tapando los ojos de los demás, cuando tienes algo oculto comiéndote por dentro.

Supongo que prefiero la evasión, aunque tampoco es la mejor opción que tengo. La evasión lo deja a un lado, como si no importara, como si en realidad no fuese necesario decir toda la historia completa.
Una verdad a medias, una mentira mal hecha. No te hace sentir mejor, pero te deja enfocarte hasta que alguien finalmente lo olvida y ya no discute sobre ello.

La mentira debe ser lógica, porque si logra captar la atención, te preguntaran más y más detalles que finalmente te dejaran sin ideas de que decir, y así, saben que mientes, saben que hay algo más escondido detrás de lo que dices. Así te atrapan, así te encierran, así prueban lo asqueroso que eres diciendo mentiras.

La evasión, en cambio, actúa dejando la versión de la historia a medias, sin detalles; solo tiene dos opciones que te hacen ver quien realmente se preocupa por ti y quien simplemente no tiene ni el más mínimo interés en saber como te encuentras. Es como si hubiese un brillante sol que es cubierto por una gran nube negra, unos la ignoran, mientras que otros toman las precauciones necesarias para cubrirse de la gran tormenta. Lo interesante de la evasión, es que aprendes a usar la indiferencia a tu favor.

¿Y que tiene la verdad?

Se supone que es lo correcto, lo justo, lo necesario en nuestras vidas. Entonces ¿Por qué las personas no son capaces de afrontarse a ella? Prefieren taparse la cara y continuar viviendo engañado.

Yo creo que la verdadera razón por la que la gente nunca dice la verdad es porque duele, o porque temes la reacción de las demás personas, el como te miraran después, el como te trataran. Tal vez porque imaginas que en un mundo de mentira, la verdad, se toma como algo insano, algo que la gente no espera.

Para cambiar las cosas, debemos afrontarnos a ellas, y solo podemos hacerlo diciendo la verdad.

Me hubiese encantado poder haber hecho esto en el momento en el que Ricardo vio la venda en mi brazo el jueves, dos días después de que me hice los cortes. Tal vez me hubiese sentido más en paz si no lo hubiera engañado diciéndole que un perro me había mordido. Tal vez hubiese sido capaz de mirarlo a los ojos.

Pero el hubiera no existe.

Me siento terriblemente mal, porque me he dado cuenta que las razones por las que me corto son estúpidas, Lizbeth al menos tiene problemas reales que en verdad no se los deseo a nadie, pero sigue aquí, fuerte con sus calificaciones. Le sirven para probarle al mundo que ella lo logrará, que nada de lo que su madre o familia le dice acerca de sus capacidades es cierto.

Sin embargo yo, yo sólo estoy luchando por al menos salir en cuadro de honor. Bajé sólo un poco el en bimestre pasado, pero mi mamá lo ha usado de escusa para reclamarme cosas que ni ella misma entiende. Ya no soporto que me grite, ya me cansé de sus constantes insinuaciones de comparación con otras personas.

Estoy harta. Estoy que me lleva el carajo ahora mismo.

—¿Val?

Estamos en educación física del día jueves. Ya hablé con Lizbeth el martes sobre lo que le sucede en casa y de ninguna manera se iba a tragar el cuento de que me mordió un perro, es la única que sabe las heridas que me he hecho, ya despreocupé a Priscila y ya canté canciones con Jani.

Preferiría que la felicidad no fuera de a ratos. Me gustaría tener un buen día al menos una vez. Necesito que alguien me diga que todo estará bien.

Diario de una bisexual®Where stories live. Discover now