Capitulo 1

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A Joaquín le encantaban los sábados, no había trabajo, por ende no debía levantarse temprano, alistarse en tiempo record y desayunar nada más que un yogurt antes de salir corriendo hacia la Universidad para enseñar a un gran grupo de jóvenes adultos sobre la historia de su país que no les interesaba en lo absoluto. Al menos había algunos cuantos que sí se interesaban y ponían empeño en su clase, otros que por más que lo intentaran siempre pasaban por milagro, unos más que no tenían remedio y preferían perder el tiempo, luego estaban los que trataban de meterse en sus pantalones. Joaquín detestaba a esos mocosos de máximo veinte queriendo tirarse a su profesor se Historia para tener algo de que presumir, y aunque el rizado ya los había reportado no sirvió de mucho, puesto que seguían comportándose como si fuesen galanes de telenovela, se había vuelto algo tan cotidiano que a Joaquín le parecía ya algo cómico, así que los deja ser mientras no traten de pasarse de listos. Soltó una risa, adolescentes, pensó negando con la cabeza.

Caminó hacia la cocina y abrió el refrigerador, tomó dos huevos junto al bote de mantequilla y los dejó sobre la encimera antes de volver para sacar un pimiento verde y otro rojo, cerró el refrigerador y tomó la tabla de picar, luego el cuchillo y fue de nuevo a la encimera colocando las cosas. Picó los pimientos en pequeños cubos antes de volverse hacia una de las alacenas bajo el fregadero para sacar un sartén, lo colocó en la estufa y estaba a punto de encender el fuego cuando el timbre sonó. Soltando una maldición, Joaquín se apresuró hacia la puerta y abrió, sin esperarse jamás con lo que se encontró del otro lado. Un chico bastante alto, le sacaba al menos veinte centímetros fácilmente, musculoso, Joaquín podía notarlo bajo ese ajustado suéter azul marino de cuello alto, castaño, ojos Casi negros y piel bronceada. Era, en una sola palabra, caliente.

–Buenos días–saludó con una sonrisa, su voz era ligeramente aguda pero aún así había un tinte seductivo en ella.

–Uh... buenos días–devolvió Joaquín con lentitud.

–Lamento molestar pero, me preguntaba si tenías un destornillador que pudieses prestarme–pidió con amabilidad.

–Claro pero, ¿Quién eres?–inquirió–, es que nunca te había visto por aquí–aclaró el Castaño. Por supuesto que no, porque un adonis como tú jamás me pasaría inadvertido, pensó Joaquín porque claro, jamás diría algo así a menos que estuviese borracho o en plan de ligue y entonces, aquí debía comportarse porque a leguas se notaba que éste chico era bastante más joven que él.

–Sí, soy el nieto de Daniel Marcos, Emilio–extendió una de sus manos hacia Joaquín.

–Oh, soy Joaquín Bondoni–se presentó el Menor estrechando la mano del castaño, un escalofrío recorriendo desde las yemas de sus dedos, pasando por su brazo hacia todo su cuerpo. Alejó su mano rápidamente.

–Bueno, acabo de mudarme prácticamente hace un par de horas y por eso nunca me habías visto–explicó con una burlona sonrisita.

–Claro, por supuesto–asintió Joaquín soltando una risa. Luego de eso todo quedó en silencio por un segundo, el rizado pudo notar como los ojos azules del Rizado viajaban hacia sus piernas y entonces recordó que no llevaba más que su bata–. Uh, el destornillador, ahora te lo traigo–murmuró.

–Claro–asintió Emilio devolviendo su mirada a su rostro y le dedicó una media sonrisa, coqueta.

Joaquín dio media vuelta y entró a la casa, se apresuró hacia la cocina y abrió la alacena bajo el fregadero, junto en la que guardaba los sartenes, y sacó la caja de herramientas, tomó el destornillador y devolvió la caja a su lugar antes de volver a donde Emilio lo esperaba.

–Aquí tienes–dijo el Menor extendiéndole la herramienta.

–Oh, muchas gracias–respondió el Rizado tomando el destornillador–. Te lo devuelvo más tarde.

Cercana obsesión- EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora