- ¿Estás lista para volver a clases? - la escuela tomó medidas, no querían que otro "incidente" volviera a pasar, claro que les tomó tiempo, las vacaciones de invierno estaban a punto de terminar. Navidad y año nuevo nos recibieron con un frío infernal aunque hermoso, me hubiera encantado pasar estas fechas con mi adorable y castaño amigo, pero me dijo que se resfrío por el clima, pero yo sabía que no era cierto, sus padres lo querían mantener solitario y que en las cenas fuera callado como siempre. Claro que encontró la manera de escapar para estar conmigo en un par de ocasiones.
- Sí, es decir, no ... Nunca voy a estar lista.
- Damara, nadie te va a obligar - eso no era del todo cierto, yo siempre me obligaba a mi misma a seguir aunque no lo quisiera realmente - se que tienes miedo, pero te prometí que nadie te iba a volver a hacer daño y créeme, no te volveré a fallar.
- No me fallaste.
Nos abrazamos, por el frío, por los malos ratos, por la sangre, por el dolor y por todo lo que aún teníamos que afrontar.
- Mamá y papá saldrán hoy, regresan mañana en la tarde ¿Tienes tiempo de que te muestre mi casa?
- Si, es decir, ¿A qué hora?
- ¿Siete está bien?
- Siete está bien - sonreí.
****************
- Y arriba está mi cuarto. - la casa de Aden era hermosa, grande pero no demasiado, muy detallada para la época y a esta hora se sentía tan sola, como si pudiera que alguien gritara dentro de ella, todo estaba limpio y moderadamente ordenado, sin embargo era imposible pasar desapercibida la sensación de que realmente nadie vivía ahí.
Las cortinas eran oscuras y las paredes grises, no precisamente por el color.
- Me encanta.
- ¿La casa? - no respondí - vamos, en mi cuarto hace menos frío.
Me tendió la mano y yo la tomé, sus dedos tan fríos y pálidos como los míos se refugiaron mutuamente. Y subimos, ambos a pasos tímidos aunque emocionados.
- Es por aquí - dijo y abrió la puerta, todo adentro se sentía más cómodo, más cálido.
Flores marchitas reposaban en una mesa junto con viejas hojas manchadas de café. En el fondo un ropero de madera guardaba suéteres y abrigos de colores cálidos. Todo era tan espontáneo y a la vez tan elegante. Como él.
Las luces eran tenues y una puerta a el final de la habitación daba a su propio baño. Lisos cobertores tapaban una acolchada cama. En más esquinas habían cajas de las que no sabía su contenido. Una mesita de noche tenía aún pequeñas gotas de agua y una pluma roja sobre ella.
- ¿Entonces? ¿No vas a salir corriendo por lo anticuado de todo esto?
- No, mi cuarto es peor, créeme - respondí, en realidad estaba fascinada.
Y hablamos, fue fácil acoplarse a el lugar cuando todo gritaba su nombre. Escuchamos música y soñamos con los lugares a los que iríamos, con todo lo que dejaríamos atrás.
Entonces un portazo rompió nuestra burbuja, alguien había llegado para drenar nuestra efímera felicidad.
- ¡Prima!
- Mierda, ¡No! - el castaño se levantó de golpe, con los pelos de punta - es mi primo, se suponía que salió con mis padres.
- ¿Le molesta que esté aquí? Está bien Aden, puedo irme.
- No, te verá, no puede saber que alguna vez estuviste aquí, nadie puede.
- ¿Porque? - los pasos de su supuesto primo se escuchaban más y más cerca.
- Por favor, no salgas de aquí, yo me encargo - y salió, cerró bien la puerta y se enfrentó a su primo.
Permanecí de pie y con los nervios de punta, escuché todo lo que pasó del otro lado de las paredes, las mismas paredes que tantas veces habían visto la siguiente escena.
- ¿Qué haces aquí? Creí que estabas con mis papás y mis tíos.
- Vamos primita, ¿Así me recibes? Demonios, creí que me ibas a preparar la cena.
- Yo... - la voz de Aden se escuchaba cada vez menos.
Luego pasos. Estaban bajando las escaleras.
Después de pocos minutos en los que no escuché ni un solo ruido. Un portazo rompió el silencio, sabía lo que significaba. El castaño subió. Su rostro expresaba mil palabras, y ninguna a la vez.
- ¿Aden? - salí de mi escondite - ¿Está todo..?
Sus mejillas húmedas, estaba llorando, pero no tenía ningún gesto, no hablaba, no había nada que me dijera que pasó.
Como si su mente hubiera roto lo que lo conectaba a su cuerpo; como si se hubiera refugiado en algún lugar invisible, por pura sobrevivencia.
Yo tampoco dije nada, mis palabras no cerrarían sus heridas, no ahora. Solo lo abracé, nos abrazamos. Permanecimos pegados durante minutos, quizás horas. Pero él no volvió.
*****************
- ¡Adivina quién cumple años hoy! - Aden me llamo hace veinte minutos, a medio día y en un fresco fin de semana.
- ¿Yo?
- ¡Tú! - me abrazó.
Sonreí, no porque cumplía años, dejé de disfrútalos con el tiempo, si no porque él estaba feliz.
- Por favor dime qué no tienes una sorpresa para mí - dije en cuanto nos separamos.
- Shhh, hoy cumples 18 y la vas a pasar bien. Conmigo.
Subimos a su auto, en realidad no estaba segura de si era suyo, pero no hice preguntas.
Después de tal vez una hora de música, viento entrando al auto y un viaje realmente divertido, llegamos a algo parecido a un bosque. Todo se veía, se sentía, tan diferente ahí, como si hubiéramos cruzado la barrera entre el infierno y el paraíso. Dónde solo éramos él y yo.
- Por favor dime qué te gusta la naturaleza.
- Me gusta.
- Gracias - nos bajamos del auto y caminamos.
Respiré hondo. Incluso el aire estaba diferente, más limpio. Porque las casas, las personas, el ruido, los problemas, el caos; todo estaba del otro lado de la carretera.
- ¿Cuál es el plan?
- Entrar ahí - señaló la acumulación de árboles .
- ¿Y después?
- La verdad no sé, mi creatividad llegó hasta ahí.
Reí. Caminamos, nuestros cuerpos un poco separados, pero nuestras almas ya estaban entrelazadas.
Las hojas de los altos árboles cortaban parte de la luz del sol, las ramas crujían bajo nuestros pies, éstos rompían hojas secas a su paso y el canto de las aves como cereza en el pastel.
- Antes que nada, dime ¿Eres alérgica a los dientes de león? - me miró, aún con ese brillo en su sonrisa.
- No, creo.
- ¿A alguna otra planta o flor?
- Dios, Aden, ¿Me vas a preguntar mi historia médico en medio de un bosque?
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It doesn't matter
RomanceLos dos estábamos rotos, a ambos nos faltaban piezas, entonces tuvimos una idea, tal vez, sólo tal vez, si juntábamos lo que quedaba de nosotros, podríamos completarnos, podríamos estar enteros si éramos uno sólo. Y en cuánto mis brazos lo sujetaron...
