𝟭𝟬. ❛ ¿MEREDITH QUILL? ❜

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—Sí, todo es terrible allá arriba, pero creo que la cuota de niños que secuestran los extraterrestres fue completada conmigo y mi hermano —se encoge de hombros.

La rubia frunce el ceño.

—¿Qué hay de tu familia aquí? No imagino lo que pasó tu madre cuando eso sucedió —expresa, sintiendo algo de empatía por aquello.

—Es curioso en realidad, ella murió justo unos minutos antes de que eso pasó —suelta.

Heller hace una pequeña mueca al escucharlo.

—Lo siento —responde en seguida—. ¿Qué edad tenías?

—Ocho.

—Seis —responde, causando curiosidad en la castaña—. Mis padres murieron cuando yo tenía seis, y mi hermana apenas tenía algunos meses de haber nacido. Ojalá alguien nos hubiera adoptado, pero te sorprendería la tasa de adopción, es horrible. La mayoría estuvimos ahí hasta los dieciocho, por suerte me llevé a Acacia.

Algo sorprendida, June asintió con la cabeza. Aunque no era una competencia de infancias inestables y traumáticas, la conexión entre esa clase de personas (con experiencias similares) a veces era instantánea. Y June se sintió de lo más cómoda con Charlotte, más a comparación del tiempo que había estado en la Tierra,

—También lo siento. Debió ser duro.

—Duro fue criar a la rebelde Acacia Heller, me la recuerdas, en realidad —suspira—. Y no te preocupes, es increíble la cantidad de huérfanos que crecen con un complejo de héroe —bromea, logrando hacer reír a June.

—Supongo que sí, tal vez este grupo de fenómenos en realidad sea de huérfanos inadaptados —explica.

Heller logra sonreír un poco. La tranquilidad que June mostraba la contagió un poco, algo que de verdad necesitaba. Históricamente, era algo difícil hacer que Charlotte lograra relajarse.

—¿Tú y tu hermano fueron secuestrados por aliens? —cuestiona.

—Algo así, uno era azul y me dio pesadillas por años. Pero no tenían cabezas enormes y tampoco lucen muy diferentes a nosotros, o por lo menos no todos.

—¿Como Banner, o...?

—No, no tan grande —sonríe—. ¿Qué tanto sabes sobre mí?

—No mucho como tú de mí. Caíste del cielo y tienes poderes con límites desconocidos —resume—. ¿Qué pasó con tu madre?

—Nunca supe tanto al respecto. Tenía algo en la cabeza, es decir, no estaba loca, era algo como un tumor —intenta explicar—. La verdad, Peter y yo nunca supimos mucho, Andrew era el listo de los tres, él sí sabía de esas cosas.

La rubia sonríe ligeramente, al escuchar ese nombre, el mismo que llevaba el difunto padre de su hija. Ahora los recuerdos de él eran reconfortantes, cada vez más, con el paso de los años comenzaba a aprender a apreciarlos más.

—¿Y te llevabas bien con ella? Porque yo tengo la teoría de que mi madre me odiaba, pero es raro porque me nombró como ella, así que podría ser un buen tema de conversación —expresa, confundiendo un poco a la castaña—. Ella era muy fría, la verdad no me hablaba mucho, trabajaba en casa casi todo el tiempo, mi padre iba y venía. Pero ellos sí se amaban, entre ellos dos, posiblemente más de lo que me amaron a mí.

—Dudo que eso sea posible, la verdad —intenta reconfortarla, causando algo de ternura en Charlie—. Mi padre estaba ausente, mamá siempre dijo que nuestro papá venía de las estrellas, pero todos creían que estaba alucinando —hace una mueca—. Al parecer, resultó que sí venía del espacio porque gracias a él puedo patearle el trasero a Hulk —la rubia se ríe—. Pero apuesto Meredith Quill era mil veces más brillante que él.

Como nunca en su vida, el cerebro de Charlotte Heller se congeló al escuchar las últimas palabras provenientes de la chica de las estrellas. Si había algo que ella sabía acerca de la familia de Andrew (que era técnicamente nada), era que su madre había muerto cuando él era un niño, pero nada más. Durante toda su relación se rehusó a hablar del tema, jamás mencionó que tuviera hermanos, ni tampoco daba detalles acerca de su vida cuando niño La única excepción a otro esto, era el hombre de su mamá, pues él le decía cada que podía: «Meredith Quill es la única que podría lograr igualar lo brillante que eres».

—¿Meredith Quill? —es lo único que puede expresar.

—Sí —respondió la castaña, algo extrañada por su rostro—. ¿Estás bien?

—Eh... no, sí, yo... —suelta una risa nerviosa—, es que estoy algo mareada, la verdad.

—¿Necesitas algo? —se aproxima a ofrecer.

—No, no, creo que iré a buscar a Tony —se levanta de su asiento—. Eh... fue buena plática, June, June Quill —murmura su nombre.

—Igual, Charlotte Heller —se burla.

Sin mucha resistencia en las piernas, creyendo que se caería al suelo de la impresión y gracias a la ola de recuerdos de su juventud, Charlotte hace justo lo que dice. Tenía que hablar con Tony, o con quien fuera que pudiera entender un mínimo de lo que escuchar e interpretar esa información significaba para ella.

—Espera, te acompaño —June la alcanza—. Tal vez ya haya algún plan para patear más traseros —se ríe.

La rubia únicamente puede mirarla dos segundos a los ojos, mirar a su familia en ese rostro, y escuchar a su hija en aquella risa.



Era una característica universal tal vez ser perspicaz para poder tener la capacidad de salvar a un mundo, aunque no había muchos héroes con ese título, estaban unos próximos a intentarlo, como June había notado lo radicalmente inquieta que la mujer a su lado se había tornado cuando mencionó el nombre de su madre. Una parte de su cabeza le decía que estaba preocupada por su hija, pero la manera en la que evitó hacer contacto con ella durante su trayecto en búsqueda de su pareja, le revolvía las ideas.

No podía comprenderlo, ella no era madre y le parecía una labor demasiado compleja para que ella pudiese dominarla algún día. Sabía que si, en algún momento se daba, no le llegaría a los talones a su madre, lo que le restaba cualquier mínima idea de procrear.

En pocos minutos, lograron encontrar a Tony gracias a indicaciones de personas que lograron verlos, a él y al Capitán Rogers. Rápidamente, la rubia se acercó al moreno.

—Tenemos que hablar —dice en seguida.

—Linda, ¿es urgente? —cuestiona—, ¿es sobre Andy...?

—No... bueno, algo así. ¿A dónde vas? —cuestiona al notar su prisa.

—Creo que sé lo que Loki planea, tengo una idea —resume—. ¿Qué sucede?

La rubia miró a su novio durante unos segundos. June frunce el ceño. No era su intención ser entrometida, pero le parecía demasiado raro que mantuviera ese nerviosismo justo después de hablar con ella, cuando parecía estar un poco calmada después del ataque.

—No, no, no te preocupes, puede esperar —suspira—. Te acompaño.

Él no se opone, pues sabía que era imposible llevarle la contraria a esa mujer, después de varios años, logró aprenderlo. Así que ambos salieron del lugar con cierta velocidad.

El rubio le da una mirada a la chica, quien mantenía un rostro de confusión al notar la angustia de la doctora Heller. No se conocían lo suficiente para que su preocupación fuese contagiosa, pero le era imposible no curiosear al respecto después de tener una conversación tan personal como la que habían tenido minutos atrás. No podía evitar pensar que se debía a algo que había dicho, pero tal vez estaba pensando demasiado, como siempre.

—¿Qué sucede? —pregunta Steve, hacia la castaña.

—Iba a preguntarte lo mismo —señala, deshaciéndose de sus pensamientos rápidamente—. ¿Tienen un plan?

—Algo así, pero necesitamos salir de aquí. ¿Estás lista?

Quill suelta una risa irónica, haciéndole entender con aquel ego persistente, que June siempre estaba lista.


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HOLY REVIVAL  ✵  STEVE ROGERSWhere stories live. Discover now