Capítulo 15 - ¿Sigues vivo? 1/2

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Solo ignoró el hecho de que le pareció extraña su actitud y bajó para recibir al policía.

— Buenos días, super. — Greco saludó con una sonrisa, dirigiendo sus ojos poco después hasta el bigote pintado en la cara de su superior. — ¿Se está dejando un nuevo look?

Se aguantó la risa al ver la cara de confusión de Conway. Suponía que había sido cosa de los niños y el idiota ni si quiera se dio cuenta.

— ¡Tío Greco! — Horacio lo recibió con un abrazo, esperando que poco después el de barba le cogiese en brazos.

— Como pesas. Estás creciendo demasiado rápido.

— ¡¿En serio?! — la ilusión en su voz no se podía disimular, se notaba que las ansias de ser mayor podían con él.

— No les quites el ojo de encima, no quiero pagar ningún destrozo que puedan causar. — interrumpió el mayor.

Greco sonrió al recordar que Conway tenía pintado un bigote ridículo en su cara y no sonaba tan amenazante como solía hacerlo.

— No te preocupes, lo tengo todo controlado.

En ese momento Gustabo apareció. Ni siquiera se molestó en saludar al adulto, solo lo miró de reojo y salió de la casa, avanzando directamente hasta llegar al ascensor.
La verdad es que Greco no se escondía al admitir que ese niño le causaba escalofríos.

En cambio Horacio sonrió al ver el comportamiento de su hermano. Sabía que si no le había pegado una patada en la pierna al de barba para que le soltase es que confiaba en él. Conocía perfectamente a su hermano y podía afirmar con seguridad el hecho de que Greco le agradaba mucho.

Miró ilusionado a su nuevo tío, con sus ojos brillando como perlas. Como Gus era bastante tímido, le ayudaría tal y como él lo hizo con Volkov.

— A mi hermano le gustas, ¿te gusta?

Los dos adultos miraron extraño a Horacio, que brillaba como nunca.

— Aléjate de mi hijo. — Conway cerró la puerta después de la amenazante advertencia, dejando a Greco menos tranquilo.

.   .    .

Los hermanos observaban con atención los aleteos de las mariposas, en especial Horacio. Al pequeño le maravillaba este lugar y sobre todo admirar a esos insectos chiquititos con miles de hermosos colores impregnados en sus alas. Esas mariposas volando de un lado a otro le hacían sentir muy feliz.

— ¡Es ese niño! — La voz de un chaval obligó que las cabezas de ambos hermanos se girasen. A unos pocos pasos de ellos se encontraba un niño, algo gordito, con heridas en sus rodillas, señalando acusatoriamente a Gustabo. — ¡Ese es el niño que me hizo saltar del columpio!

Por un momento Gustabo achicó sus ojos, dándole órdenes a su cerebro para que identificase la cara de ese niño cebolleta. Unos segundos después, la imagen borrosa del niño muerto del columpio pasó por su cabeza, haciendo que abriese la boca con sorpresa.

— Anda, eres ese chico tan raro del columpio. — este era el turno de Gustabo para señalar al niño, casi feliz por saber qué seguía con vida y que él no peligraba a ir a la cárcel.

— ¡Por tu culpa tengo estas heridas!

Gustabo ladeó su cabeza, sin importarle realmente mucho lo que provocó su travesura. Solo se encogió de hombros, quitando importancia.

— ¡No sabes con quien te has metido!

— Cálmate Manolo. — un chico con un acento extraño y con un cantoso gorro de pescador color rojo, colocó sus manos en los hombros del otro chico.

Soy un mal padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora