OCHENTA Y CUATRO

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Amir

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Amir

Explicarme a mi mismo cómo hacerlo, sería como explicar a alguien en otro idioma que desconozco y lo único que se me ocurre es pasar de largo y no decir nada. Pues así estaba respecto a la decisión que tomó Lauren, no había explicación para describir la forma en la que llegó esta distancia a la que fui condenó.

Estar con alguien que solo amas es como estar con todo lo que un día buscaste y encontraste, pero lo raro es estar viviendo en un hotel mientras lo único que sabía de ese amor llegaba a mí es por vía de mi madre.

Así es, me fui para dejarle toda la comodidad que ella necesita, todo lo que es mío ahora es suyo en su totalidad siempre lo considere así incluso el primer día que fingimos ser lo que no éramos y acabamos viviendo una mentira que se transforma en una gran y hermosa verdad.

No la veía, no sabía si me extrañaba o no y solo sé que esta distancia tan cruel me está haciendo ver las cosas de otra manera.

Quizás su amor no es tan puro como lo es el mío por ella, tal vez dejó de amarme con tanta intensidad después de encontrarse con Iván y lo más probable es que nuestra separación siga su curso porque esta vez no se lo pondré fácil. Por mucho que la ame, fue egoísta y solo pensó en su malestar sin importarle lo que sentí yo, los días que no dormí y la locura que hice en manchar mis manos de sangre y todo por ella, pero Lauren no fue nada.

—Estaré bien, madre. Mientras ella y el embarazo ande bien yo soy el de menos.

Mi madre llegó a la empresa a verme.

—No sé si es la mejor opción para vosotros, pero solo date tiempo, y ella volverá a ti.

—Estoy seguro de que cuando lo haga, será tarde.

—Amir, tenéis a dos hijas en común, no hagas ninguna locura.

—Mis hijas son mías y eso nadie lo va a cambiar, pero Lauren debe entender que no siempre estaré para ella. Si no cuida lo que tiene que no lo haga después de una partida.

—Hijo, siempre fuiste el fuerte en tu matrimonio, sé ahora fuerte también.

—No madre, esta vez será diferente porque ya no me interesa luchar.

—Amir — el tono de mi madre salió casi en súplica.

La miré a los ojos y vi como sufrí por nuestra separación, noté como le afectaba verme sin expresión y como le decía que me estaba rindiendo.

—Trague sus mentiras, su muerte la sufrí por un mes lo cual pensé que ya nada iba a ser lo mismo, estuve con ella en las buenas y en las malas, perdoné engaños y secretos, perdoné todo lo que me hizo y aun así seguí mostrándole mi amor fíjate hasta donde llegué, madre, maté por esta mujer y aun así lo único que consigo es que me diga que está cansada y que necesitamos un tiempo. ¿Acaso el amor lo puede todo?

Mi madre solo escuchaba.

—Quise hacerme entender que si, que el amor lo podía todo y aún estando cansado de todos los hechos desde que uní mi vida a ella, creí que el amor lo podía todo, pero me equivoqué.

—Amir, y esas bebés que carga en su vientre.

Mi madre volvió a recordarme a mis hijas.

—Son mi sangre, no les faltará de nada, tendrán el cariño, amor y tiempo de su padre, pero si Lauren no recapacita ya no hay marcha atrás porque el que está cansado ahora soy yo. Al fin y al cabo Lauren cumplió las palabras que me decía mi padre.

—Estás dolido y te comprendo, pero también sé que eres de pensar las cosas y estoy segura de que esta vez no será la excepción.

Mi pobre madre insistía de alguna manera u otra, ella deseaba verme con mi esposa y con todo solucionado, pero lo que no entiende mi madre es que esta decisión no es cuestión solo de olvidar y seguir, sino de entender y aprender para no volver a repetir el mismo error.

Los días fueron pasando y no hay nada de un matrimonio tan unido por el amor que teníamos Lauren y yo, ya no quedaba nada de un nosotros y solo había una culpabilidad que ella aún sostenía en su boca y yo seguí pensando que no me merecía después de todo.

Tenía claro cuándo dejar mis valores a un lado y cuándo no. Y esta vez opté por aferrarme a ellos.

—Amir, ¿recuerdas el almacén que compramos hace dos años para el uso benéfico?— pregunta mi padre por teléfono.

—Sí.

—Bien, necesito que vayas personalmente al lugar, estoy vendiéndolo y los compradores te los encontrarás ahí.

—¿En serio, padre? Puedes pedirle el favor a cualquiera que trabaja en la empresa.

—Ya no soy nadie en la empresa, no mando ni tengo autoridad a pedir nada a nadie por eso te lo pido a ti que eres mi hijo.

Suspire y me alce de la silla para salir rumbo a ese dichoso almacén.

—Está bien, estoy de camino.

Colgué y conduje hasta el lugar, no había nadie excepto el silencio de aquel sitio.

—Hola— me hice notar en voz alta, pero no recibí respuesta alguna y repentinamente oí el sonido de un auto acercarse al almacén, al salir mis ojos observaron al ser más hermoso, a la persona más bonita que pueda existir sobre la Tierra y solo me quedó carraspear y hacerme el tonto como si no entendiera nada y es que es así, no sabía a qué venía todo esto.

—¿Qué hacéis aquí?

Pagada para seducir al ÁrabeWhere stories live. Discover now