Me encojo de hombros.

—¿Entonces crees que creció? — pregunto, ignorando el reproche en su voz.

Ron toma un largo respiro, cierra los ojos por un segundo y al abrirlos me mira con furia contenida. Apenas tengo tiempo de parpadear cuando él se me lanza encima, batiendo el jarrón hacia mí. Suelta un gruñido, parecido a un grito de guerra.

Un grito agudo se me escapa y retumba en las paredes del segundo piso, mientras me cubro la cabeza con los brazos y me agacho en mi lugar.

—¡Ron, no asesines a tu hermana! — la voz de mi madre nos llega desde el pasillo.

Ron finge no escucharla mientras golpea levemente el jarrón contra la parte superior de mi cabeza, aquella que mis brazos no cubren. Apenas es un golpe seco, y con muy poca fuerza, pero es suficiente para que duela. Levanto la mirada y lo fulmino.

—Y para que sepas tu trasero sigue igual de plano. — dice con amargura.

Deja el jarrón en una mesita cerca de la puerta, y abandona la habitación.

—¡Ronald Weasley! ¡¿Qué haces en ropa interior por la casa?! — los gritos escandalizados de mi madre llegan a mis oídos y sonrío maliciosa.

—¡Ron que asco puedo ver tu trasero! — esta vez el Ginny la que se queja.

Mi mellizo suelta un gruñido mientras sube las escaleras con pasos sonoros.

—¡Esta no es nuestra casa para que andes desnudo por los pasillos, Ronald! ¡Hay chicas aquí que no quieren ver tu flacucho trasero! ¡Hermione está aquí, Ron! — continua riñándolo.

Me asomo por la puerta de la habitación, que queda justo enfrente de las escaleras. Ginny y Hermione se encuentran al lado de éstas, la primera tiene los ojos cubiertos con sus manos y una mueca de asco, Hermione está sonrojada de pies a cabeza.

—¡Exacto, Ron! ¡Nadie quiere ver tu trasero plano! — exclamo con fuerza, asegurándome de que me escuche. — ¡Porque el tuyo si es plano, no como el mío!

Giro sonriendo ampliamente, mi madre se encuentra en el pasillo mientras carga un canasto con ropa recién lavada. La veo aplanar los labios, y girar los ojos hacia el techo.

—Tengamos muchos hijos, Molly. — susurra entre dientes, en voz baja pero aún así la escucho. — Tengamos ocho hijos, Molly, será divertido. ¡Claro que no es divertido, Arthur!

Mi sonrisa se estira, divertida por oír a mi madre quejándose. Ella enfoca sus ojos en mí antes de entregarme el canasto con ropa.

—Dobla la ropa y repártela en los cuartos de tus hermanos, asegúrate de que Fred y George la acomoden en sus armarios correspondientes y que no únicamente la avienten sobre la silla del escritorio. — dice mamá, con esa voz que usa cuando quiere dejar en claro que es una orden y no una petición.

Suelto un gruñido, y pierdo la sonrisa.

—Ginny, ve con Ron y dile que cuando termine de cambiarse venga a ayudarme con la comida. — comenta de prisa, después toma una pausa como si estuviera recordando sus pendientes. — ¡Oh, y Sophie dile a Bill que baje a recoger el desorden que dejó en el comedor!

—Si, señora. — repetimos Ginny y yo al mismo tiempo. Ambas soltamos una carcajada.

—¡Rápido, niñas! — exclama mamá, dando un aplauso para apresurarnos. —Hermione, cariño ¿gustas unas galletitas con chocolate?

Ruedo los ojos con molestia mientras me encamino al dormitorio.

Mi madre siempre hace eso, a nosotros nos trata como si fuéramos sus sirvientes y a nuestros amigos los consiente hasta lo imposible.

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