CAPITULO 3

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Su corazón bombeaba sin parar. Lo vio alejarse de la habitación. No podía haberla oído. En ese caso, seguramente le habría dicho algo. O reaccionado de alguna manera. En cambio, Nik había sonreído.

Al abandonar la habitación, lo oyó decir al criado que ya no lo quería. ¿Habría planeado salir a cenar fuera y luego habría cambiado de parecer? Esperaba que no fuera por su causa. Pero era difícil que Nik hiciera algo por ella.

Tengo que hacer unas llamadas. No me esperes para cenar.

Leah comió sin ganas. Se sentía culpable, irritada, confusa. Toda su vida había sido una persona honrada y sincera, hasta que había conocido a Paul hacía tres meses. Había sido un encuentro accidental, en Harrods. Habían charlado, reído, tomado café. Todo muy inocente. La segunda vez también se habían encontrado por casualidad.

¿Por qué se sentía de ese modo? No tenía más que pedirle el divorcio a Nik. A él jamás le habían importado los sentimientos de ella. Ella había tenido que sufrir el chismorreo publico y de la prensa, viéndolo fotografiado con distintas mujeres. Pero eso no era excusa para hacer lo mismo que él.

Llevaba por el cansancio y la tensión de todo el día, Leah decidió irse a la cama.

Se lamentó de no tener un camisón. Por fin se metió entre las sábanas desnuda. Y después de darle más vueltas a la cabeza, decidió pedirle el divorcio a Nik al día siguiente.

Se despertó sobresaltada. Las luces estaban encendidas, y pestañeó insistentemente como para saber si era un sueño o la realidad. No se acordaba siquiera de dónde había dormido, y cuando se sentó en la cama aún estaba totalmente desorientada. Pero entonces vio a Nik, algo alejado de la cama. Tenía un aspecto horrible, ése fue el primer pensamiento de Leah, luego atinó a taparse su desnudez con la sábana. Le brillaba el pelo negro, estaba sin corbata, y tenía la blanca camisa de seda medio desabrochada, lo que permitía la visión de un pecho masculino ancho y bronceado, adornado con ricitos de pelo negro. Los rasgos tensos, la piel pálida. Parecía estar bajo los efectos de un shock.

- ¿Qué ocurre? ¿Ocurre algo malo? – musitó ella a la vez que bostezaba y descubría en su reloj que era casi de madrugada.

- Me has deshonrado – dijo con un acento quebrado.

Leah lo miró medio dormida aún.

- No comprendo, ¿qué dices?

- Mi mujer con otro hombre... – le dijo con una expresión de ferocidad en los ojos.

Pero Leah estaba más asombrada por la frase «mi mujer», que había pronunciado, que por el descubrimiento de su infidelidad. Jamás usaba ese término.

Y era ofensivo y ridículo incluso en el contexto de ese matrimonio.

- No lo niegas – agregó.

¿Qué pensaba? ¿Qué iba a estar como Penélope, esperando a su marido? Era cierto que había estado así durante casi cinco años, pero eso no podía durar eternamente. ¿Y qué le importaba además?

- ¿Cómo lo has descubierto? – preguntó ella no tan firmemente como hubiera querido.

- Parece que no te das cuenta de la magnitud de tu ofensa.

- ¿Has estado bebiendo?–preguntó Leah débilmente, pensando que tal vez fuera el motivo de su reacción melodramática.

- ¿Qué tiene que ver eso? ¡Te he oído hablar por teléfono con tu amante! ¡Y no podía creerlo!

- ¡Oh! – debía haberlo imaginado. Pero él era tan retorcido, que no había demostrado nada en su momento.

- Tengo las facturas del teléfono y también el número al que has llamado desde aquí, y es el mismo número.

UN MATRIMONIO DIFERENTEHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin