Bizarre [JaeYong]

c a t o r c e

—Toma, mi amor—Johnny le dio una tarjeta de crédito a su esposo—. Yo invito.

—¿No vienes con nosotros?

—Tengo que ir al trabajo—rodó los ojos—. Un cliente me espera—se inclinó y se despidió de sus sobrinos—. Nos vemos mañana, ¿sí?

Los menores asintieron con una sonrisa y abrazaron a su tío.

En cuanto Johnny desapareció en su camioneta, cada uno subió a su auto y condujeron hasta una cafetería que contaba con área infantil.

—Papi, ¿podemos ir a jugar? —preguntó Jeno en cuanto se sentaron.

—Sí, pero cuando nos traigan nuestra orden, tienen que venir a comer, ¿de acuerdo?

Los niños asintieron mientras se iban.

—¿Tae?

—¿Sí?

—Cuando estabas con Jun, Jeno me dijo que extraña mucho a YoonOh. ¿No le has dicho?

—¿Decirle qué exactamente, Mark?

—Que ya no volverá a verlo.

TaeYong rodó los ojos. Johnny y Mark eran él uno para el otro.

—Te lo digo porque no quiero ver a mi sobrino sufriendo otra vez.

—Ya sé. Se los diré después de Navidad.

—¿Se los dirás? —preguntó confundido.

—Jun también estuvo preguntando por él.

—¿Qué? —preguntó atónito.

—Al principio solo preguntó los primeros días y luego lo olvidó, pero hoy una mamá me dijo que lo vio ayer y que le dijo que iría hoy a la escuela para ver la obra—suspiró—. Jun escuchó eso y me preguntó si el señor YoonOh ya no quería vernos.

—Voy a matar a ese imbécil—bufó.

TaeYong negó riendo, mientras recibía la comida que le daba el mesero.

No hizo falta que les hablara a sus hijos, ya que los pequeños al ver al mesero volvieron a la mesa.

Estaban comiendo tranquilamente cuando Mark recibió una llamada de su esposo. Se disculpó con todos y respondió.

—Hola, mi amor—saludó alegre—. ¿Qué?

Los Lee lo miraron confundidos y preocupados.

—¿YoonOh?

Los ojos de los menores se iluminaron con un brillo intenso.

—Johnny, no. Relájate y me cuentas después, ¿sí? —colgó la llamada luego de despedirse y antes de siquiera guardar su teléfono, Jeno llamó su atención.

—¿Era el señor YoonOh?

—No, tesoro. No era más que un perro callejero.

Los niños fruncieron el ceño con confusión y miraron a su padre en espera de una respuesta más clara, pero él solo reía bajito.

Al terminar su desayuno, decidieron ir al centro comercial para ver los juguetes y darse una idea de que le pedirían a santa.

—Vamos a los juegos, papi.

—¿No quieren ver los juguetes primero?

Ambos negaron mirando la gran piscina de pelotas.