CAPÍTULO DIECIOCHO

Começar do início
                                    



Cuando Dean me había dicho que iba a enseñarme, en realidad pensé que iba a coquetear conmigo, en serio y no lo niegues, tú también lo pensaste. Por tu cabeza corrió la loca idea de que iba a apoyar sus caderas por detrás de mí, que iba a dejarme sentir lo excitado que estaba, que iba a susurrar lo que debía hacer en mi oído, sus manos iban a presionar mi cintura y iba a ser un coqueteo intenso y caliente.

Pues no mi ciela.

—Estás haciéndolo mal.

—Istis hicindili mil —imito su voz por lo bajo.

—Te escuche —responde Dean —y sigues haciéndolo mal —agrega, haciéndome rodar los ojos.

—Se suponía que ibas a enseñarme, no a convertirte en un maldito sargento.

—No me he convertido en un sargento —se defiende él, tomando su pecho de manera dramática. —Tu eres demasiado holgazana.

—No soy holgazana, tu estas pretendiendo que me convierta en una luchadora profesional.

—Pero si recién estamos practicando la posición de tus piernas.

—Pues por eso —respondo lo obvio.

—Eres increíble —dice él, negando con la cabeza y tendiendome una botella de agua, ya que hace unos minutos me informó que tenía que irse.

—Lo sé —respondo en broma. —Y, ¿no viniste con los chicos hoy? —Pregunto, intentando sonar distraída.

Fallo miserablemente en el intento.

—No, ninguno podía —responde él, mirándome con los ojos entrecerrados. —¿Por qué preguntas?

Mierda, ¿que carajos respondo?

—Oh..., ya sabes —respondo, haciendo un movimiento vago con la mano.

—No, no lo sé, dime —insiste.

—Porque no quería cruzarme con él... —termino diciendo bajito.

—¿Con quien?

—¿Con quien crees? —Respondo, rodando los ojos.

—¿Por qué? —Insiste.

—¿Porque de repente estás tan pregunton? —Murmuro, fastidiada.

—No estoy pregunton —dice él, sonriendo nuevamente.

—Bueno, de todas maneras no podremos volver a hacer esto.

—¿Por qué? —Pregunta, perdiendo su encantadora sonrisa.

—No lo sé, ¿acaso no vienes siempre con ellos?

—En ocasiones, si, pero puedo hacer un lugar en mi agenda para seguir con nuestras clases.

—¿Tu agenda? ¿Es en serio? —Me carcajeo en su cara.

—No te rías —farfulla, divertido. —¿Entonces qué dices?

—Está bien, podemos encontrarnos aquí dos veces por semana, ¿te parece?

—Está bien, ¿qué tal los martes y jueves? —Propone, mientras caminamos a los vestuarios.

Sin embargo, antes de que pueda responder nada, Dean levanta la cabeza y se detiene, y yo por acto reflejo hago lo mismo, chocando con la mirada del que no debe ser nombrado, que me observa con una frialdad que hace que tenga ganas de que me remueva incómoda, sin embargo no lo hago, pues porque mi orgullo primero.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Onde histórias criam vida. Descubra agora