2.

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Catalina veía televisión con su gatito en brazos, acariciando su pequeña cabeza. Lya estaba a su lado, callada y pensativa. Hasta que finalmente las palabras lograron salir de su boca.

— No puedes hacer eso. —le dijo a la menor. Sin obtener respuesta de inmediato.

Catalina giró su rostro confundida, arrugando su nariz.

— ¿Hacer qué?

— Eso de dibujar a los papás juntos —dijo desviando la mirada de su hermana menor—. Eso... no está bien.

— ¿Por qué no?

La pequeña hizo un pequeño puchero.

— Porque no, Cata. No puedes hacer eso, los llamaron de la escuela.

Lya subió el tono de su voz.

Con tristeza, Catalina fingió haberla ignorado, observando a su gato y abrazándolo. No le gustaba que así funcionaran las cosas. Para ella, sus dos padres eran lo más lindo que podía existir. Eran una pareja llena de amor, algo que ella quería en su vida. Verlos darse besos, abrazarse, reír juntos y que cada día fuera como si recién hubieran comenzado su relación era algo que, para Catalina, no tenía precio. Era parte de esas cosas únicas y hermosas de la vida.

— Cata —insistió.

— Nika —respondió rápidamente, refiriéndose al felino—. Así le puse al gatito.

La más alta rodó los ojos.

— No te encariñes, Slash mañana se lo tiene que llevar —dijo firme—. Catalina, ¿Escuchaste lo que te dije?

— Sí. —abucheó.

Lya exhaló y extendió su mano para acariciar a Nika también, volviendo su vista a la televisión.

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— ¿Cómo te sientes, mi amor?

— Me siento mucho mejor, cariño; gracias por tu milagroso té.

Duff le sonrió a su amado y dejó un dulce beso en su frente.

— ¿Tú cómo estás? ¿el día qué tal?

El moreno le hizo un espacio en la cama al rubio, quien no tardó en recostarse, completamente agotado. Ya tenía su pijama puesto y se había lavado los dientes.

— Bueno... Simón se llevará a Lya mañana.

— ¡¿Qué?! —el moreno se sobresaltó al oírlo.

— Detesto a ese tipo, por Dios.

McKagan hizo una mueca.

— No es para menos ¿Le dijiste que saldríamos con las niñas?

— No le importó un maldito carajo. Insistió con llevarse a Lya.

— ¡Puta madre, siempre lo mismo! Simón ésto, Simón ésto otro. ¿Cuándo te dejará tranquilo?

— No lo sé, es un idiota. —negó con la cabeza.

— Amor, ¿Qué le diremos a las niñas?

Hudson intentó contener su rabia como podía. Duff se encogió de hombros.

— Lo mismo de siempre.

Simón era la persona que podía perfectamente arruinarle el día a Duff. No lo soportaba, era un divo realmente molesto. Slash fingía buen comportamiento con él, pero ganas de insultarlo no faltaban. Ante el momento tenso, el rubio acarició la mejilla de su esposo, buscando su atención a su manera.

𝐑𝐚𝐫𝐚. || 𝐒𝐥𝐮𝐟𝐟Where stories live. Discover now