El secreto de Draco

Comenzar desde el principio
                                    

-¿Cómo has estado?

-He estado mejor. ¿Cómo estás tú? Sé que las cosas en la orden no han estado muy bien últimamente.- dije agachando la cabeza al recordar lo que me había dicho Fred.

-Pues no, la verdad es que no Elisabeth. Las cosas se están poniendo bastante feas. Tu hermano me ha contado lo de Draco.

-¿De verdad? ¿Y tú también estás enfadado conmigo?

-¿Enfadado?

-Sí, Fred y yo hemos discutido esta mañana porque no quiere que me acerque a Draco.- dije apunto de llorar de nuevo. Lupin me levantó la cara para que le mirara a los ojos directamente.

-Elisabeth, es cierto que corres peligro al acercarte a él, pero te conozco, tú y tu hermano sois iguales a tu padre y sé que haríais cualquier cosa por vuestros amigos y Draco, a pesar de que a la mayoría de los que estamos en esta casa no nos entusiasma la idea, es tu amigo. Solo te pido que tengas mucho cuidado, por favor.

-Lo tendré Remus, gracias por entenderme.- le abracé fuerte.

El resto de la tarde la pasamos ayudando a Molly con la preparación de la mesa para la cena. Fred me miraba de vez en cuando decepcionado, no me gustaba estar enfadada con él pero si no entendía lo de Draco no quería hablar con él. Llegó la hora de la cena y todos nos sentamos alrededor de la mesa, yo me senté al lado de mi hermano y Fred se sentó justo en frente, no dejó de mirarme en toda la cena. Cuando terminamos de cenar acompañamos a Tonks y Lupin a la puerta ya que a pesar de las insistencias de la señora Weasley en que se quedaran a dormir, ambos se negaron. Estábamos en la puerta despidiéndonos cuando de repente un círculo de fuego rodeó la Madriguera y del fuego vimos salir a Bellatrix Lestrange gritando.

-¡Yo maté a Sirius Black!

Ese grito hizo que mi hermano, furioso, saliera corriendo detrás de ella y esto provocó que tanto Ginny como yo saliésemos detrás de él y Fred nos siguió a nosotras. Mientras corría entre las enormes plantas que había a los alrededores de la casa choqué con Ginny, ambas nos quedamos inmóviles cuando escuchamos unos pasos que se acercaban a nosotras. De entre las plantas vimos salir al monstruoso hombre lobo Fenrir Greyback y tanto Ginny como yo nos quedamos en shock, no sabíamos reaccionar.  En ese mismo momento llegaron Fred y Harry a donde estábamos nosotras y Greyback desapareció. 

Empezaron a llegarnos maldiciones de entre las planta y los cuatro nos pusimos espalda con espalda para frenar las maldiciones. Mientras luchábamos contra los mortífagos escondidos en las plantas, escuchamos que Lupin y el señor Weasley corrían hacia nosotros gritando nuestros nombres. Cuando llegaron a donde estábamos nosotros, los mortífagos desaparecieron en una nube negra y antes de que nos diésemos cuenta incendiaron la madriguera por completo.

-¡George!- gritó Fred

-¡Molly!- respondió el señor Weasley.

Salimos todos corriendo hacia la casa, por suerte cuando llegamos estaban todos fuera de la casa observando cómo se iba consumiendo la madera a causa de las llamas. Mientras veíamos cómo ardía lo que había llegado a ser un hogar para todos nosotros, Fred me abrazó por la espalda.

-¿Estás bien?- me susurró al oído y yo le respondí escondiendo mi cara en su pecho, no pude evitar llorar.

Unos días más tarde nos tocaba volver a Hogwarts pero antes de que me montara en el tren, Fred me cogió del brazo para hablar conmigo.

-Lizzie, siento mucho cómo me puse el otro día.

-No importa Fred, está bien.

-No Lizzie, sí que importa. Me porté como un imbécil pero es que tengo miedo de que te pase algo.

-Fred, no va a pasarme nada de verdad, estaré bien.

-Prométeme que aunque ayudes a Malfoy tendrás mucho cuidado.

-Te lo prometo Fred. Tú prométeme que te vas a cuidar mucho también.

-Lo haré, te quiero Lizzie.

-Y yo a ti Freddie.

Nos dimos un corto beso en los labios y me subí al tren rumbo a Hogwarts. Cuando volvimos a Hogwarts, las cosas estaban más raras que nunca, Hermione nos regañó varias veces a Harry y a mí por haber salido corriendo tras un mortífago, nos repitió mil veces que si no sabíamos quiénes éramos o qué y que podríamos haber muerto perfectamente. 

Por otro lado, Lavender seguía comiéndose a besos a Ron por los pasillos y yo seguía intentando averiguar cuál era la misión que le había encomendado el señor tenebroso a Draco para poder ayudarle.

Un día, Harry nos contó que Dumbledore le había explicado el por qué quería que se acercara a Slughorn y la razón era que Harry debía averiguar qué le había dicho el profesor Slughorn al joven Tom Riddle sobre una magia oscura ya que Slughorn había modificado su propio recuerdo y el recuerdo que le había dado a Dumbledore era una simple mentira.

Mientras Harry se preocupaba por descubrir aquello, yo pasaba todas las tardes con Draco, aunque siempre desaparecía a la misma hora sin decirme a dónde se dirigía, aunque yo ya lo había averiguado por mi cuenta al seguirle varias veces. Draco siempre iba a la sala de los Menesteres y me preguntaba qué habría allí que le causaba tanto interés a Draco. Un día decidí esperarle fuera para averiguar qué era lo que ocurría cada tarde allí dentro. Al salir, Draco me vio y se tapó la cara, había estado llorando.

-Draco, ¿te sientes bien?

-Elisabeth, ahora no por favor.- dijo mientras intentaba alejarse de allí lo más rápido posible, pero yo fui más rápida que él y me coloqué justo delante para cortarle el paso.

-Draco, por favor, cuéntame lo que te pasa, dime qué te pidió él. -en cuanto me di cuenta de lo que había dicho me tapé la boca, se supone que él no podía saber que yo le había escuchado hablando con Snape.

-¿Él? ¿A quién te refieres con él?- me preguntó nervioso.

-Draco, sé que Quien no debe ser nombrado te ha pedido algo, que trabajas para él. Te escuché hablando con Snape.

-¿Qué? Elisabeth ¿es que nadie te ha dicho que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?- Draco sonaba enfadado pero a la vez notaba su miedo, le asustaba que yo lo supiera.

-Yo solo quería saber qué pasaba, Draco yo solo quiero ayudarte.

-¿Es que no lo entiendes? No puedo contártelo, si te lo cuento te hará daño a ti también.

-Draco solo cuéntamelo, por favor, soy tu mejor amiga, solo quiero ayudarte.

-Ya me ayudas Elisabeth, que pases las tarde conmigo, que te preocupes por mí, ya me ayuda. Pero no puedes hacer nada más por mí.

Draco se deslizó por la pared mientras rompía en llanto, sus sollozos estaban llenos de dolor, mi amigo estaba roto y yo solo corrí a abrazarle.

-Te juro que si me lo cuentas no se lo diré a nadie y te ayudaré con lo que sea, de verdad.

Draco me miró a los ojos, los tenía rojos e inflamados y empezó a negar con la cabeza, entonces empezó a levantarse la manga del brazo mostrándome la marca tenebrosa en él.

-Elisabeth, no tuve elección, amenazó a toda mi familia.- le abracé más fuerte y él lloró en mi hombro un buen rato.

-Tengo que matar a Dumbledore.

MellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora