1. Desde arriba

2.5K 241 265
                                    

Nunca había pensado en mi trabajo como algo muy especial o indispensable. Consideraba que era un trabajo relativamente normal: solo debía prestar atención, advertir en caso de algún problema y listo, nada muy complejo. Estuve haciéndolo por bastante tiempo y estaba convencido de que no era la gran cosa, pero eso no siempre fue así.

El día que conocí a Emma fue el día en que mi existencia cambió por completo, y es que nunca había conocido a alguien como ella. Cuando estaba vivo nadie llegó a impactarme de la manera que ella impactó mi existencia con solo observarla desde el otro lado.

A ella de verdad le importaban las personas a su alrededor, era amable, cariñosa, atenta, talentosa, solidaria... Emma era una buena persona y si hay alguien que puede dar testimonio de ello, soy yo. Claro, como todo ser humano tenía sus defectos. Era desordenada, orgullosa, procrastinaba como profesional, era algo pesimista y también bastante distraída.

Pero por suerte para ella, me tenía a mí. 

Me asignaron su guardia cuando ella tenía trece años de edad, después de que mi segundo humano falleciera y el ángel anterior dejara su puesto por razones que nunca me fueron explicadas. Tampoco pregunté, pero rápidamente me di cuenta de que ella era uno de esos humanos que parecían necesitar el doble de atención.


Emma hacía mi trabajo más interesante y realmente me mantenía ocupado. Tal vez uno de los mejores y más claros ejemplos que tengo es del día que le advertí que se estaba desviando de su camino habitual a casa desde la universidad, se distrajo hablando por teléfono y estuvo por entrar al callejón equivocado; quién sabe qué le habría sucedido de no haber estado yo observándola.

Lastimosamente no todos los ángeles prestaban tanta atención como yo, a algunos ni siquiera les caían bien sus humanos. Debo reconocer que me pasaba igual hasta que me la asignaron a ella y al observar sus días, ver la persona que era, me prometí a mí mismo que nada malo iba a sucederle, por lo menos no mientras yo estuviera vigilándola. Obviamente hay cosas que la herirían y que yo no podía evitar, como el día que sus padres le explicaron que se divorciarían. Emma quedó destrozada. Se encerró en su habitación por días, no podía parar de llorar y de hecho, faltó a clases en la secundaria durante una semana completa. ¿Qué podía hacer yo en esa situación?

—Hey, Fátima —llamé a mi compañera cuando llegué a su cubículo de trabajo—. ¿Qué se supone que estás haciendo?

Fátima era la encargada de Ana, la madre de Emma. Muchas veces teníamos que encontrarnos para resolver conflictos y la verdad es que no teníamos la mejor relación, pero ambos queríamos lo mejor para ellas.

—Se van a divorciar, Kael, lo quieras o no.

—¿Y qué se supone que haga con Emma ahora? ¿No podías evitar que se separaran? —le reclamé.

—Estas cosas pasan, niño. Ellos no eran felices juntos —contestó con obviedad—, además, no puedo controlar lo que hace Ana. Tienes que dejarlo pasar y seguir con tu trabajo. Ahora vete de aquí antes de que Gabriel se entere de que dejaste sola a tu humana.

No sirvió de mucho, pero me ayudó a darme cuenta de que no siempre podría hacer feliz a Emma. Yo no podía hacerla feliz desde allí arriba. Podía avisarle cosas, sí, pero su felicidad, decisiones y pensamientos no formaban parte de mi trabajo. Aún así, quería asegurarme de hacer todo lo que estuviera en mi poder para que siempre estuviera genuinamente feliz porque era lo que una buena persona como ella se merecía.

Siempre le advertía cuando algo malo estaba en camino pero supongo que algunas veces no me entendía o decidía ignorar mis señales, los ejemplos sobran: cuando se fracturó una pierna, cuando su primer novio rompió su corazón, cuando la despidieron de su primer y único trabajo... Fui testigo de todas esas dolorosas partes de su vida y no pude hacer nada más que observarla llorar desde arriba. Algunas veces lloraba en conversaciones con sus amigas, otras veces hablando con su madre, pero cuando lloraba sola era cuando mi corazón no podía soportarlo. Quería bajarme y darle ese abrazo que tanto necesitaba, pero no podía hacerlo.

The sky below meUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum