Desorden

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Disclaimer: Naruto y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

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Para Temari, era casi una ilusión el compartir el lecho con alguien. Nunca lo había hecho porque ni siquiera le gustaba y se había prometido a sí misma —en más ocasiones de las que podía o sabía contar— que nunca, jamás, volvería a hacerlo.

Y mucho menos con ese hombre.

Sin embargo, parecía ser que caer en las redes de Shikamaru Nara era algo de lo que no podía escapar.

Todo empezaba con una simple visita rutinaria y protocolaria. Después de todo, era la embajadora de la Villa Oculta de la Arena en Konoha, así que era completamente normal que la visitara cada cierto tiempo para que los tratados de paz se siguieran manteniendo vigentes. El problema era que, absolutamente siempre, su guía era la misma persona.

Comenzaban hablando con frases escuetas y sin casi mirarse a los ojos, del modo más antipático en el que ambos sabían, escondidos en las máscaras de «qué mujer más problemática» y «qué niño más llorón».

El día progresaba entre esa aura de hastío y frialdad que los dos imponían, pero, cuando llegaba la noche y Shikamaru acompañaba a Temari a su habitación en la misma posada de siempre, los disfraces caían al suelo, las sombras se disipaban y ambos amantes se encontraban en la cama, en el suelo, contra la pared; donde fuera necesario para expresar la liberación de sus almas que, cansadas de aparentar lo que no eran y lo que no sentían, se entregaban la una a la otra.

Cuando la chica volvía a su hogar, la culpa la acechaba. No estaba bien lo que estaba haciendo. Estaba manteniendo relaciones esporádicas con un chico tres años menor que ella y que no vivía en su misma villa. ¿En qué posición la dejaba eso?

Según Temari, en una muy comprometida, pues se sentía una aprovechada por acostarse con aquel hombre al que a veces veía como un niño que no sabía nada de la vida y como una ilusa por pensar que era posible que mantuvieran una relación estable dos personas que habían empezado siendo enemigos y que ni siquiera residían en el mismo lugar. ¿Qué pasaría si llegasen a formalizar una relación? Probablemente, sería ella la que tendría que sacrificarlo todo para estar con él, tendría que mudarse de su villa natal a otra, que no le era tan desconocida, pero a la que no estaba completamente acostumbrada. Se tendría que separar de sus hermanos, relacionarse con gente distinta, comenzar de nuevo. Y no se veía preparada para hacer algo así.

Sin embargo, también recordaba lo bien que se sentía entre los brazos cálidos de Shikamaru y que experimentaba que verdaderamente era una mujer. Nunca había imaginado tener relaciones con nadie. Porque ella no había nacido para algo así, porque ella debía luchar y proteger a sus hermanos. Y solo eso. Entonces, llegó aquel chico que se quejaba por todo para romperle los esquemas, para demostrarle que podía sentirse deseada, que podía sentirse apreciada por alguien y para darle calidez no solo a su cuerpo, sino también a su corazón. Por eso, no podía evitar terminar desnuda, enredada entre las piernas del único heredero de los Nara y sintiéndose completa mientras hacían el amor cada vez que visitaba la aldea aliada de la Arena.

Por supuesto, aquella ocasión no había sido una excepción y, tras haber sido escoltada por Shikamaru durante todo el día, habían pasado la noche juntos en su habitación.

Cuando despertó, se quedó mirándolo fijamente. Dormía desnudo —al igual que ella estaba— y de lado. Sus cuerpos eran solo tapados por una fina sábana. Su respiración era tremendamente pausada y su cabello, suelto, caía libremente por su espalda, colándose algunos mechones encima de su mejilla. Las veces que le había tocado el pelo había notado que era muy sedoso, mucho más que el suyo, aunque siempre lo llevara recogido. Probablemente, hacerse ese peinado era una tradición de su clan y por eso la respetaba. Estaba segura de que algún día se dejaría la barba igual a la que solía llevar su padre porque así sentiría que seguía teniendo un vínculo al que aferrarse.

DesordenWhere stories live. Discover now