6. Un domingo muy especial

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<<Que cruel tener que dejar partir a alguien, y que egoísta obligarle a quedarse.>>


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El domingo por la mañana, el Gran Comedor recibió a dos estudiantes muy madrugadores.

Harry y Neville estaban acostumbrados, por distintos motivos, a levantarse muy temprano. Y ellos tampoco hacían diferencia entre fin de semana y días de diario.

Ambos Gryffindor se habían encontrado en el baño de su dormitorio, y tras ducharse habían bajado a la sala común. Harry se había ofrecido a ayudar a Neville con el último de sus ensayos, el de Pociones. Empezaban a bajar la escalera, cuando descubrieron que no eran los únicos madrugadores, un par de alumnos de séptimo, que parecían algo frenéticos escribiendo en su pergamino, trabajaban en una mesa junto a la ventana.

Los estudiantes mayores levantaron la cabeza cuando los escucharon bajar las escaleras, y los fulminaron con una mirada glacial. Neville agarró a Harry de su túnica y lo empujó fuera de la sala común.

— ¿Qué pasó ahí? — preguntó el ojiverde muy confuso.

— No estoy seguro, pero no creo que hubiese sido seguro quedarnos — respondió el castaño, negando con la cabeza, y mirando de reojo la salida de la guarida, todavía algo temeroso de que los alumnos mayores saliesen detrás de ellos.

— Parecía que estaban haciendo la tarea, tal vez pensaron que los molestaríamos. Ya sabes que los Gryffindor siempre están haciendo mucho alboroto — razonó Harry, frunciendo el ceño con desconcierto, como si él fuese a molestar a alguien que estuviese haciendo su tarea.

— Nosotros no hacemos alboroto — replicó el castaño algo ofendido.

— No. En realidad, no me gustan los gritos y todo ese ruido — confesó Harry, sin mirar a su amigo.

— A mí tampoco me gusta. ¿Estará abierto ya el Gran Comedor?

— ¿Por qué no lo comprobamos? — preguntó el ojiverde, recuperando su sonrisa.

Por suerte el Gran Comedor ya estaba abierto, aunque las mesas estaban vacías de gente y de comida. Con tanto espacio para ellos solos comenzaron a trabajar en la tarea de Neville. Harry le explicó pacientemente todo lo que había leído antes de hacer su ensayo.

Con la ayuda de su compañero de cuarto, el castaño no tardó en terminar su ensayo. Cuando estaba guardando los pergaminos y las plumas en su mochila, un copioso desayuno apareció ante ellos.

Los pequeños leones comieron felices, mientras hablaban de su pasión compartida: las plantas.

Poco después de que terminaran de desayunar el Gran Comedor empezó a llenarse lentamente, y ambos niños decidieron salir a dar un paseo por los jardines del castillo.

Fuera, se encontraron a Hagrid que se dirigía a entregar unas semillas a la profesora Sprout. Los chicos decidieron acompañarlo, aprovechando la oportunidad de ver el invernadero de nuevo.

La alegre y cariñosa mujer los dejó quedarse tras ofrecerle su ayuda para plantar las nuevas semillas.

Ambos niños sorprendieron a la mujer por su impacable desempeño en las tareas que les había encomendado hasta el momento. Los miró de reojo mientras realizaban su última tarea. Los dos sabían tratar con las delicadas plantas que pacientemente podaban. Se notaba que les gustaba lo que estaban haciendo.

Escondido tras la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora