Capítulo 8

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Después de leer la carta múltiples veces Débora al fin separó sus ojos brillantes y aterradores de esta y los colocó en la tasa de té a su lado, dio un sorbo profundo.

La carta en si hablaba de una historia, un niño campestre, huérfano. Era simple y precisa como si no quisiera dar detalles, como si su mano se negara a escribir lo que el quería. Después de disfrutar del aroma de sus rosales, Débora salió de ese hermoso jardín rojizo y caminó por el cesped verdoso recorriendo las faldas del castillo que una vez vió con anhelo, su mirada estaba pérdida, seguramente pensando.

Débora era inteligente, pero su inteligencia para responder insultos, para cojer una espada y apuñalar a un enemigo, para hacer las mejores trampas era gracias a esos tiempos donde su cabeza volaba por lugares inexplicables, en recuerdos... en risas y llanto. Débora estaba en sus veintitrés años y pronto cuando el invierno llegara sus Veinticuatro años llegaría como una ráfaga. En el reino de Heinrian la costumbre era que las niñas de entre 12 a 14 años debuten en la sociedad, pasada de los 15 años las mujeres no podían debutar eso significaba que su probabilidad de encontrar un esposo eran demasiado bajas. Los años para que una mujer este en la edad de casamiento son desde los 12 hasta los 16, en raros casos las mujeres se casaban a los 18 pero era el último número que se había registrado. No es lo mismo con la realeza, por su puesto. Las jovenes hijas podían ser casadas cuando el emperador así lo quisiese, aunque no habían casos de casamientos muy demorados en las familias reales, aún así, no era mal visto que una princesa se casara a los 20 años.

Pero todo era la voluntad del emperador... Siempre.

Débora Ross 12 años

Hariel tomaba de su copa de vino, él mesía de vez en cuando como un hábito mientras se refugiaba en sus pensamientos profundos, aquel hombre se salía de su realidad mientras estaba en sus rosales, miraba esas rosas rojas, rojísimas como sangre nueva o aveces como vieja. Sus ojos no enfocaban una rosa en específico pero las miraba... recordó entre sus muchas memorias la fiesta de cumpleaños número siete de su amada Rosemary   y como esa perra había llegado cogida de la mano de el emperador del continente Lucaxio con ese estrepitoso cabello anaranjado casi rojo...

Todos los presentes quitaron sus ojos de su amada hija para colocarlos en esta nueva niña y poner su mano en su boca para hablar bajito entre murmuros sofocantes. Vió algo que nunca había visto en su vida de inmediato pero hizo como que no lo vió. Una visión divina.

Después de que se haya dado cuenta que el mundo estaba alborotado alfin sus vagos ojos se colocaron en esta niña y dio un respingo en su asiento. Sus labios delgados temblaron y los mordió para después volver a su posición normal.

- Rey Hariel.. - La voz del rey Lucas resonó fuerte. Los ojos verdes de Rosemary dejaron de ver su pastel de chocolate y fresas para ver al hombre parado en frente de su padre y ella. - Un gusto saludarlo y poder asistir en esta inolvidable fiesta de su querida hija.

- Lucas.. - La voz ronca de Hariel retumbó y bajó su mirada a la niña que estaba perdida en otros asuntos. Débora no estaba acostumbrada a estar rodeada de tantas personas, con bonitos vestidos glamurosos y peinados extravagantes, era tan maravilloso de ver. Su mirada se fijó en la niña que estaba sentada en un trono dorado, esta niña ni siquiera la había notado. Su cabeza estaba levantada, orgullosa. Débora se quedó maravillada al ver a aquella niña que brillaba "Tan hermosa" murmuró para si. Débora era amante de las cosas hermosas, cuando veía una piedra bonita ella la guardaba en una caja de madera y la cuidaba siempre... Obviamente no iba a ser lo mismo con un ser humano, pero eso no quitó el hecho de que Débora estaba interesada en la niña, Débora sonrió levemente, quizas ella era al hermanita que su Padre hablaba. Rosemary.

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⏰ Last updated: Nov 22, 2023 ⏰

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Rosa de LunaWhere stories live. Discover now