Sabía que ese era su intento de darme tranquilidad, sin embargo no lo logró. No era tonta, sabía como eran las prisiones, pero volví a asentir, intentando convencerme a mi misma de que todo saldría bien. Luego de eso me preguntó como estaban mis hermanos y le contesté lo poco que sabía. Me retiré de la oficina, pensando que quizás todo estaba destinado así, alguien debía ser castigado por las muertes, porque Dios era justo, y nadie estaba absuelto del pecado. Ni siquiera yo.  

Volví a la cocina donde estaba Anabelle y Luisa, ambas me sonrieron expectantes. La ama de llaves se encontraba sentada en la mesa, mientras que la cocinera estaba apoyada sobre el mesón de la cocina. 

— ¡Seoñorita Elizabeth! —la voz de Luisa me sobresaltó. Mis ojos se dirigieron a la mujer, luego a la otra y por último a la mesa—. Llegó su carta. 

Los nervios me invadieron, ese cosquilleo en la panza, el corazón acelerado. Había esperado su llegada toda mi vida, y ahora era real. La carta estaba aquí. Dí pequeños pasos hasta llegar a la mesa. 

—Es mi carta—estaba incredula, no podía creer que realmene estaba al frente mio. Ambas estaban emocionadas por la misma. 

Se sintió como una eternidad abrirla, intenté hacerlo lo mas rápido posible, porque si no no sería capaz de seguir en pie. Necesitaba saber que decía. Mis manos temblorosamente rompieron el papel para sacar la carta que tenía adentro, leí mi nombre y el parrafo. 

"Señorita Elizabeth Bennet: 

Le informamos que su calificaión del examen de ingreso ha sido 89 puntos de 100, por lo cual ha sido aceptada en la Universidad..." 

Mi corazón dejó de latir y  fue como si el mundo se parara en ese instante. Había aprobado, e ingresado a la Universidad. Una sonrisa invadió mi cara, levantando mi vista hacia las dos mujeres que me acompañaban. 

— ¿Has...—no dejé que terminará la pregunta que comencé a asentir freneticamente. El grito de alegría de la cocinera se debe haber escuchado por todas partes, ella sabía cuanto significaba esto para mi. Cuanto había deseado lograrlo. 

Me abrazó mientras que Anabelle se percataba de la situación, y de repente las tres estabamos envueltas en un abrazo. Ambas felicitandome por mi logro y agradeciendole a Dios por haberme ayudado.

— ¿Qué sucede aquí? —Emily ingresó a la cocina, un poco molesta por el griterio. 

— ¡Elizabeht ha sido aceptada! —le informó la cocinera. Mi tía dejó salir una gran sonrisa y también me abrazó. No era para nada fácil que la Universidad te aceptará en el primer examen.

Hacía mucho no veía a Emily tan contenta, su alegría se le notaba en el rostro. Me dijo que lo anunciariamos en la cena, por lo que debía prepararme porque sería algo importante. A lo que acepté alegremente. 

Me retiré de allí para ir afuera a tomar aire, con la carta en mi mano. No quería soltarla por nada del mundo, porque era a lo único que me había aferrado durante toda mi adolescencia, mi boleto de salida de esta casa. ¿Cómo no podría querer irme ahora? 

Caminé hasta la tumba de mi mamá y le conté que lo había logrado, que sería maestra, que estudiaría. Sabía que estuviese donde estuviese la noticia le haría extremadamente feliz, al igual que a mi. Como un balde de agua fría la angustia, de no tenerla, cayó sobre mi. Me encantaría que los primeros brazos que me rodeado hubiesen sido los de mi mamá. 

No quería ponerme triste en este momento importante, aunque creo que era demasiado tarde. Por eso mismo las ganas de querer un poco de paz volvieron a invadirme, nada lograba que esté tranquila. Ni siquiera esta agradable noticia me hacía completamente feliz. Todo me mantenía inquieta, un poco triste, nerviosa, todo excepto una sola persona. Timothée. Y a pesar de que ya no estuviesemos tan cerca no lo dudé ni un segundo,  me levanté del luegar dondes estaba y fui directo a buscarlo, a él, antes que a nada, y nadie. 

𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalametWhere stories live. Discover now