El compromiso

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Kokuyo estaba sorprendido y un poco molesto por la respuesta de Lord Senku a su carta.

—¡¿Dice que quiere esperar un año antes del matrimonio?! ¡¿Y se ha ido a Francia sin siquiera dignarse a visitar el palacio?! —Apretó la carta en su puño, mirando furiosamente a Lillian y su esposo, que solo sonrieron con resignación.

—Con todo respeto, rey Kokuyo, mi hijo está sumamente feliz por este matrimonio. —Byakuya sonrió nerviosamente mientras alzaba las manos—. De verdad, como puede ver en la carta, acepta y dará lo mejor de sí, pero por el momento quiere seguir con sus viajes aunque sea por un año más antes de asentarse en Akari.

—¡Es evidente lo que quiere! ¡Divertirse y perder el tiempo en burdeles franceses antes que ser un hombre, casarse y tomar responsabilidades!

—Eh, no. —Byakuya y Lillian negaron con la cabeza—. Senku no es así.

—¿Qué?

—Mi hijo no es ese tipo de hombre, majestad. —Byakuya sonrió confiado—. Todo lo que busca con estos viajes es aprender más y ser un hombre más sabio y adecuado para ser el rey de Akari. Cuando le llegué el momento de hacerse cargo, se dedicará enteramente a ello con todo su corazón.

—Además, piénsalo Kokuyo. Ambos son muy jóvenes, más Senku que no hace mucho cumplió quince años. Y Ruri apenas se ha recuperado de su enfermedad, ambos merecen un poco más de tiempo para sí mismos antes de casarse y gobernar el reino.

—Mmm… —Cerró los ojos solemnemente—. Veo lo que dices. Ruri está cerca de cumplir diecisiete años… en ese caso y teniendo en cuenta lo que ha hecho por nosotros, su hijo Senku tendrá el año que quiere, pero luego debe quedarse aquí en el palacio para convivir con Ruri y se casarán después de que ella cumpla los dieciocho.

Byakuya y Lillian compartieron una sonrisa.

—¡Como ordené, majestad! —Hicieron una reverencia y se marcharon de la sala del trono.

—Es una pena que no pueda conocer a la princesa Ruri ahora. —Byakuya hizo pucheros—. Me hubiera gustado saber cómo es la futura esposa de mi hijo.

—Desde que se recuperó ha insistido en salir más fuera del palacio, y su padre está tan feliz por verla sana que se lo permite, aunque con guardias claro. Es una pena que no estuviera aquí ahora, pero sabes que no podemos quedarnos.

—Sí, tenemos nuestras propias tierras de las que encargarnos. —Suspiró—. Bueno, ya habrá tiempo. ¡Pero por mientras puedes hablarme más de ella así tengo más excusas para escribirle a mi hijo!

—Lo haré, lo haré. —Rió encantada, antes de ponerse seria—. Sabes… de verdad espero que ese matrimonio funcione. Ambos se merecen ser felices.

—¿Crees que lleguen a enamorarse? —preguntó Byakuya con evidente preocupación paternal.

—Bueno… Ambos son inteligentes y… y… y muy amables, en el fondo en el caso de Senku… ¡pero estoy segura de que se llevarán bien!

—Eso no fue lo que pregunté... —Byakuya volvió a hacer pucheros.

—Vamos, estoy segura de que todo saldrá bien. —Le palmeó el hombro cariñosamente—. Al menos ninguno tiene algún otro tipo de interés amoroso, así que nunca pierdas la fe en que podrían llegar a enamorarse.

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