El científico

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Cuando llegaron a la herrería, Kohaku ya estaba despierta, y miró con desconfianza a Ruri.

—Kohaku… —La miró con una sonrisa temblorosa—. Mi querida hermana… Yo... —Calló cuando Kohaku apartó la mirada.

—No entiendo qué quiere aquí, princesa. Una campesina como yo no tiene nada de qué hablar con alguien como usted —masculló con frialdad.

Y Chrome crujió los dientes al ver las lágrimas volver a esos dulces ojos.

—¡OYE! —le gritó a su amiga, sorprendiéndola—. ¡¿Por qué demonios le hablas así?! ¡¿Qué no escuchaste todo lo que dijo ayer?! ¡Ella te estuvo buscando por años! ¡Fue el bastardo del rey el que hizo que te mintieran toda tu vida y ella te dijo la verdad! ¡¿Por qué tienes que dirigir tu ira hacia ella?! ¡Está enferma, te buscaba aún muriendo por la tos y tú la tratas de este modo…! ¡No puedo creer que seas así, Kohaku!

Ignorando la mirada aturdida de ambas rubias, tomó a la princesa Ruri delicadamente por los hombros y la invitó a sentarse para que no se esforzara de más.

Le dedicó una mirada a Kohaku, que al menos tuvo la decencia de verse avergonzada.

Bufó y comenzó a preparar un té saludable para su invitada, sin sorprenderse cuando escuchó a su amiga comenzar a hablar.

—Lo siento… No pretendía hacerte sentir mal… realmente no estoy molesta contigo.

—¿No lo estás? —Ruri se oyó esperanzada.

—No… Solo estoy frustrada por todo esto. Mi vida entera ha sido una mentira, pero… es lindo saber que tengo una hermana. Creo que eres lo único bueno que salió de este descubrimiento.

Ruri jadeó de felicidad y Chrome sonrió levemente mientras mezclaba algunas hierbas.

—Lamento no haberte dicho las cosas con más tacto… De verdad que no quería hacerte sentir mal de ninguna forma. Yo nunca quise que nos separaran. He estado esperando por años encontrarte. Yo… entiendo que estés molesta con papá, pero mamá nunca habría querido esto para ti. Ella te amaba, y jamás habría permitido esto.

—Bueno… me alegra saber que al menos uno de mis padres me amó… —Kohaku se oyó triste y Ruri se quedó en silencio por un momento, antes de hablar con voz firme.

—Nuestro padre no tiene excusa, pero… quiero que al menos sepas que también tienes una hermana que te ama… Y quería pasar mis últimos momentos contigo… antes de morir…

Chrome casi tira la taza de té al escuchar esas palabras.

—¿Morir? —Kohaku sonó confundida.

—Yo… Chrome tiene razón… Estoy enferma, estoy muriendo. No creo que me quedé más tiempo. —Él volteó a verla, notando que ahora las dos hermanas estaban tomadas de las manos y Ruri sonreía mientras lágrimas se deslizaban por su rostro—. No sé si seguiré viva mañana… así que me alegra poder tomar tus manos hoy. —Sollozó—. Estoy realmente feliz.

—¿Qué dices, princesa Ruri? —Chrome colocó el té delante de ella y la miró inmensamente preocupado—. ¿Acaso no puedes comprar las mejores medicinas? ¿No tienen los mejores curanderos? ¿Por qué… por qué dices eso? —No podía creerlo.

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