— No linda, estás a salvo, estás a salvo aquí — Comenzó él a susurrarle mientras la mecía levemente — Tranquila... todo estará bien Candy... shhh... todo estará bien.

La temblorosa chica hundió su rostro en el pecho de Albert, estaba aterrorizada, de nuevo las pesadillas la estaban atormentando, ahora con su difunto esposo de protagonista.

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Los cascos del caballo sobre el camino de piedra hicieron que Dorothy se levantara de un salto, miró al frente y, la figura de Tom Stevens se acercaba, la mujer se santiguó al distinguir que, delante de su marido, sobre el imponente animal color caramelo una pequeña niña venía con él.

— ¡Harriet! — Soltó aliviada.

— Ya estamos aquí — Dijo Tom al llegar junto a ella — Tómala — Pidió a su esposa cuando esta se acercó.

— Él... ¿Te dijo algo?... ¿Te hizo algo?... — Preguntó la castaña mientras sujetaba a la bebé y observaba a su esposo como buscando alguna herida.

— No, la mujer que estaba con él intervino, no pasó nada, pero no creo que se quede de brazos cruzados por mucho tiempo — Expuso Tom.

— La mujer es la madre de Terry y tampoco creo que se quede tan tranquilo.

— Lo imaginé — Alegó el vaquero — Fue tan solo un momento que los vi y casi me voy de espaldas, verlos a los tres... ¡Son idénticos! — Exclamó Tom — Me dio tanta pena ver el dolor en sus ojos cuando me iba con ella — Dijo acariciando la cabeza de Harriet — No sé lo que yo haría en su lugar, saber que tienes un hijo... no poder estar con él... ahora que nosotros...

Tom no pudo continuar, abrazó a su esposa por los hombros, depositó un suave beso en su frente atrayéndola hacia él.

— ¿Ya le dijiste a Candy? ¿Que nosotros también...?

— No he podido — Clamó la castaña con un leve sonrojo en sus mejillas — Cuando llegué con ella en la mañana se empeñó en venir a hablar con el señor Ardley y luego todo esto...

— Le diremos apenas podamos, sobre todo porque en poco tiempo se notará tu estado y no quiero que te esfuerces de más.

Tom estaba preocupado, cinco años atrás él y Dorothy habían contraído nupcias y hasta hacía poco la bendición de un hijo les había sido negada, estaban tristes por eso, pero lo estaban asimilando, al principio no les dio tiempo de pensarlo mucho, pues, al mismo tiempo comenzaron los problemas, uno tras otro en el rancho Stevens y cartwright, ganado muerto, incendios, robos, todo a la vez y que casi los lleva a la ruina total.

Fue entonces que Candy acudió a ellos, les pidió perdón por lo que había pasado, de principio no entendían el porqué de sus palabras hasta que ella les dijo cómo, debido a su rechazo el primogénito de los Leagan causó daños y perjuicios a su gente más querida, Tom estaba decidido a hacer pagar a Neil, pero Candy lo convenció que sería peor.

Ahora, que al fin parecía que podían estar un poco tranquilos de nuevo situaciones de suma gravedad se imponían.

— Llevaré a la niña a la habitación de arriba, la voy a cambiar y luego la dejaré con Candy, estaba dormida pero apenas despierte preguntará por ella, después debo ir a buscar ropa y los objetos personales de ambas, avisar al señor Leagan y...

— ¿Todo eso? — Preguntó Tom con el ceño fruncido.

— Bueno... no hay nadie de confianza... el señor George...

— Está bien, pero, te acompañaré — Dijo el vaquero con firmeza — No dejaré que vayas sola a esa casa del infierno.

Dorothy asintió.

Tal vez, algún díaWhere stories live. Discover now