❁ Capítulo 48 ❁ (nuevo)

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—¿Estás bien?

Aurora negó.

—Es todo mi culpa.

Halli la abrazó y acarició su espalda.

—Shhh, está bien —susurró a su oído mientras ella lloraba en sus brazos—. Tranquila. Está bien.

Pero no lo estaba. Aurora no era estúpida, entendía bien que dos muertes no eran una nimiedad; ahora, ¿una de ellas siendo el jodido Líder de La Resistencia? Esta vez lo había hecho mal. Muy mal, todo mal.

Se odiaba.

—Quizá te hará mejor ir a presentar tus respetos —dijo Halli cuando se separaron. Limpió las lágrimas de las mejillas de Aurora—. Yo no he ido, pensé que podríamos ir juntos.

—¿A dónde?

—A donde los están velando. La gente más cercana a los difuntos se quedan ahí veinticuatro horas, sacrificando su sueño en ofrenda a los que ya no están. Nosotros iremos a presentar nuestros respetos, como todos, ¿te parece?

Aurora asintió.

—Bien, entonces. Ve, dúchate, ponte ropa limpia, come algo. Te espero aquí en dos horas.

—De acuerdo.

La ducha, la comida, el ambiente otoñal lleno de un agradable aire... Nada la hizo sentirse mejor. Era una mierda de persona, había pensado en ella y sólo en ella, en lo que ella quería, no en lo que era mejor para los demás. Había dejado a toda La Resistencia sin líder, y había hecho que mataran a un soldado inocente.

Ahora tendría que cargar con ello el resto de su vida.

Halli la recibió dos horas después y la saludó con una sonrisa de labios cerrados.

—¿Ningún cambio? —preguntó Aurora señalando a Nairi. Halli negó.

—Me temo que no. —Tomó un pequeño bote de metal de su bolsillo, hundió sus dedos en él y los pasó en una línea sobre el pómulo derecho de Aurora y luego sobre el propio—. Vamos.

Enganchados por el brazo, ambos caminaron hasta una nueva carpa negra que el día anterior no estaba, justo a un lado del Cuarto de Armas. Era mucho más alta que las demás, y resaltaba mucho, sobre todo tan cerca de otras carpas habitacionales, blancas y pequeñas.

Entraron. Había dos mesas y dos sillas: en la primera mesa, Yamin yacía vestido de blanco. A su lado, en la silla, Lanaia permanecía con la vista gacha y su cabello castaño agarrado en un chongo por encima de su cabeza. Cuando alzó la mirada, Aurora notó lo ojerosa que estaba. Se notaba que llevaba ya un largo tiempo sin dormir.

A su lado, Atli permanecía con la mirada fija en la mesa a un lado de él, donde sólo se encontraba una sábana que cubría comida y el nombre de Tatius tallado en madera en la orilla de la mesa.

Aurora tragó saliva. Ni siquiera habían podido tener un cuerpo al que velar. Y todo era su culpa.

Caminaron primero con Yamin y Halli se arrodilló al lado de la mesa. Aurora lo imitó. Se quedaron ahí un par de minutos hasta que Halli se paró y se volvió a arrodillar frente a Lanaia. Aurora volvió a hacer lo mismo, y tomó la mano izquierda de su amiga cuando Halli tomó la derecha.

Le sorprendió que Lanaia no la hubiera corrido.

—Lamentamos tu pérdida —dijo Halli. Lanaia asintió.

—Que Crigerl le otorgue vida eterna y lo tenga en su gloria —murmuró Lanaia.

—Que sea según sus deseos —respondió Halli y Aurora lo repitió.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Where stories live. Discover now