Permíteme imaginarte.

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¿Y que si había abusado miles de veces la imagen de Hinata? Se siente de otro siglo, o aveces ni cree que es hombre cuando Hinata aparece frente a él, tomándole de las manos y sonriéndole, mientras llora desconsoladamente. No pasa nada, solo su pecho se llena de amor.








Es miércoles, el día más horrible en las semanas de Tobio. No solo porque tenían matemáticas y geografía, sinó porque en la tarde tenía su mayor pesadilla. Educación física.

No es que no le guste la materia, porque le ama y cree que tiene un buen físico para practicar deportes atléticos. Ama correr, saltar, lanzar, y lo mejor de todo, es bueno haciéndolo. De vez en cuando, esa adrenalina que recorre toda su columna vertebral le hace sentir como un crio; esos momentos en los que hacen una carrera con tres o cuatro chicos del curso, quiere adelantarse, quiere ganar pero no quiere quedar como un fanfarrón. Se limita a ser el tercer lugar.

Pero eso no es lo que le molesta. Claro que no.

Hay tres cosas, tres cosas que vuelven sus miércoles por la tarde su talón de Aquiles.

Primero. Al principio de la clase la profesora les hacía hacer un calentamiento, trotando al rededor del lugar, sus compañeros aprovechan ese tiempo como uno libre y se ponen a charlar mientras caminan. Claramente, el siempre queda a un lado, trotando solo.

Segundo. En el colegio hay cursos que van por la tarde, y justo en el horario de el recreo, a su curso le toca educación física así que las miradas no faltan.

Tercero. La vergüenza. ¿Estaré corriendo bien? ¿Estaré corriendo raro? No son las únicas preguntas que pasan por su mente pero son las que más se repiten, atormentandolo las dos horas de clase.

Ya habían pasado 30 minutos desde el comienzo de la clase, el profesor avisó que hoy solamente harían resistencia y un poco de velocidad, no pudo evitar hacer un mohín con sus labios cuando se enteró de que hoy no jugarían volley.

Volley. Fue un deporte que práctico durante su primaria y el que más le gustó, aunque recordemos que la vida es una mierda con Kageyama y el curso cerró porque el dueño del lugar falleció, dejando al chico con ese vacío en su pecho que apenas se llenaba cuando jugaban volley en educación física, para su mala suerte sus compañeros preferían mil veces el fútbol.

Sus compañeros dejan de trotar y el también se detiene con extrañeza, el profesor no a dicho nada..., Gira su cabeza hacia el hombre pero el sólo se dedica a mirar su celular, como pensaba, eso es un sinónimo de "hagan lo que se les de la gana". Mira el reloj en su mano y juega con el cambiando el ajuste en su muñeca, solo se distrae con lo primero que ve para no quedarse mirando como un acosador a Hinata.

Arrastrando las plantas de sus zapatillas contra el cemento, camina hasta su mochila y saca su botella amarilla de agua, casi que esconde con todo su cuerpo el contenedor del líquido ya que sabe que si alguien lo ve, le pedirá y así seguidamente hasta que le acaben el agua. Sonríe levemente cuando cierra el pico, la misión a sido todo un éxito. Lástima, no vió que Tanaka se le acerca por detrás.

- ¡Kageyama! ¿Me prestas agua?

Como detesta esa pregunta, no solo porque le acaban los suministros, sinó porque la pregunta carece de sentido común, ya que se la está regalando en bandeja de plata, no prestándosela. Está por negarse a la propuesta pero la voz de Hinata suena a su lado.

- ¿¡Tienes agua Kageyama?! ¿Me das?

No puede negarse a esa sonrisita y a esos ojos cafés claros, sede y sabe que es un RIP para su agua. Cuando la botella vuelve a su mano, está vacía, la mitad del curso tomo de ella. La sacude un poco solo para notar que quedó una pizca de agua. No la va a tomar, ahí se junta la saliva. Eso no quiere decir que se arrepienta, es feliz con solo ver qué pudo ayudar en algo a Hinata.

Único ¡! Kagehina. HinakageWhere stories live. Discover now