Capítulo 2 | De mi propiedad

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—¿Que quieres, Amanda? —me zafé de su agarre. Ahora ya no era una niña chiquita para que me intimidara.

—No te hagas, ¿con que derecho te acercas así a mí novio y quieres defenderlo como si la novia fueras tú? Ubícate.

—Yo solo... —en realidad en parte tenía razón, Kaleb no era nada mío y yo había llegado como si tuviera derechos sobre el. En realidad me preocupé por él y actué por instinto nada más.—Quise ser amable —me crucé de brazos.

Se rió.

—Pues es la última vez que te acercas a él o si no la próxima vez te las vas a ver conmigo, Cristinita, y no me importa que tu padre sea el... —se quedó en silencio.

—¿Mi padre qué?

—No me importa que tu padre o tu madre luego vengan a reclamarme, estás advertida —me da un empujón y pasa a la par mía, devuelta a la cafetería.

Las seguí. Dentro había un alboroto.

—¡Cris! —Maia se acerca a mi cargando mi bolso— ¿que pasó?

—Nada, ¿que ha pasado con Kaleb?

Miré sobre ella, habían más chicos que los estaban separando, nos acercamos un poco más para tener una mejor vista. Los demás los habían separado. Me sorprendí por lo que vi, Kaleb tenía mucha sangre en su cara y el tipo otro casi nada. El chico maleducado que aún no se su nombre me miró directamente a los ojos, estaba jadeante y furioso, muy furioso que hasta me dio miedo. Su mirada me dio escalofríos, es como si me mirara con... odio.

Sus ojos eran tan oscuros que me sorprendieron y entonces me resultaron familiares pero no sabría identificar donde. El chico se zafó del agarre de los demás y caminó hacia mi, pero pasó a la par mía dándome un pequeño empujón.

¿Qué estaba pasando? Porque yo no entendía nada.

Kaleb fue atendido por sus amigos, pero parecía que estaba bien. Los amigos del otro chico lo siguieron.

—¡Liam! —lo llamó uno de ellos.

Con qué se llama Liam...

En eso la campana sonó anunciando la entrada a clases.

—Vamos, aquí ya no tenemos nada más que hacer.

No quería dejar a Kaleb, quería ir allí y curarlo, pero no podía. Además que hasta ahorita me estaba dando cuenta de lo que hice, me arrodillé frente a Kaleb Gray frente a todos e incluso de su novia.

¿Que va a pensar Kaleb de mi ahora?

Me muero de la vergüenza.

Así que me fui de allí mucho antes de que me viera.



—Gracias por traerme, papá —le digo.

—No dejaría que te vinieras sola —me dice— ¿como te fue hoy? —nos bajamos del coche.

—Bien —respondí algo apagada.

—Sé que no te fue bien —me dice, pasando su brazo por mis hombros mientras nos dirigíamos a la casa— Cuéntame, a ver si puedo ayudarte.

La verdad no sé si debería de contarle lo qué pasó, pero le tengo mucha confianza. Sin embargo me da pena.

—Es que hoy...

—¡Al fin llegan! —mamá sale de la casa hecha un desastre. Estaba toda sucia y llena de harina. Se veía tan graciosa.

—Mamá, ¿que te pasó? —casi reí.

—Intenté hornear algunas galletas pero no me salió —hizo puchero mientras se acercaba a papá como una niñita haciendo berrinche.

—Carolina, sabes que la cocina y tu no son las mejores amigas —le dice él— pero te dije que me esperaras —le recriminó.

—Es que yo necesito aprender a hacer mis cosas por mi cuenta —dice.

—Siempre de terca, pero que te parece si los tres vamos a cenar hoy —propone.

—Sí, por favor, no les recomiendo entrar a la cocina justo ahora —dice con algo de disimulo.

Eso quiere decir que la cocina quedó hecha un desastre.

—Vayan ustedes, la verdad estoy cansada y necesito hacer tareas —entré a la casa.

—¿Segura? —pregunta mi padre.

—Si, papá, diviértanse ustedes.

—Esta bien. Yo iré a cambiarme y luego nos vamos —le dio un besito en los labios a mi papá y subió las escaleras.



Mientras veía la tele y me comía unas fresas escuché que tocaron la puerta. Fueron dos golpes. Suaves y pausados. Miré el reloj y noté que eran las diez de la noche.

¿Quien será a esta hora? Me puse de pie y me dirigí a la puerta.

—¿Quien es? —elevé un poco la voz. Tenía algo de miedo la verdad, mis padres no estaban y quien sabe quien será a estas horas.

Pero nadie contestaba del otro lado.

—Si no me dices quien eres no abriré la puerta —volví a decir.

Pero los dos golpes pausados volvieron.

Okay, esto en serio me dio miedo. Tomé mi teléfono y quise marcar a mi papá, pero me detuve. No lo haría. Yo estaba muy grande como para defenderme sola. Además, debería de empezar a ser un poco más valiente y valerme por mi misma. Ya no era ninguna niña chiquita.

Tomé el pomo de la puerta y abrí
Pero afuera no había nadie.

Una ráfaga de viento helado me hizo abrazarme a mi misma y cerrar. Así que aseguré la puerta esta vez. Me giré para volver a mi lugar pero pegué un grito ahogado al tener un hombre frente a mi.

Y no cualquier hombre.

—Liam —pronuncié su nombre sin pensar.

—Bien. Averiguaste mi nombre —sonrió medio satisfecho.

Y entonces recordé la pelea.

—¿Que haces tú aquí? ¿Como entraste? ¿En que momento...? —miré de él a la puerta.

¿Estoy alucinando?

—Deberías de asegurar con llave todas las puertas —me guiña el ojo y se dirige a la sala. A mí sala.

—¡Ey! ¡Quieto! No te conozco y no sé por qué estás en mi casa. Vete por favor. —me puse frente a él pero a una distancia considerada.

Odiaba que Liam fuera tan sexy que incluso me sentí algo nerviosa si se me acercaba.

—Paseaba por el bosque y te vi —mira mi casa con mucho cuidado.

—¿Como me viste?

—La ventana, Cristine.

—Como sea, ¿que quieres?

—De ti nada —dice— ¿que podrías ofrecerme? —se acerca a mi peligrosamente.

—M-mis padres están por venir —le dije y quise abofetearme por mostrarme nerviosa. Así que carraspeé.

Se rió

—¿Nerviosa, Cristine?

¡Necesito encontrar mi voz!

—Estás loco, ni siquiera te conozco. —me alejé.

—¿Entonces por qué te pones así? —se acerca de nuevo.

—¿Que quieres de mi? —me atreví a preguntar.

Se quedó pensativo.

—Todo. Descubrí algo interesante, Cristine.

—¿Ah si? ¿Qué cosa?

—Descubrí que eres mía —respiración— y lo que es mío nadie me lo toca.

Atrapada por el lobo (Disponible en Tappy)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora