Capítulo 3: Primera Noche

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—Es solo que... —Ángela dudó al sentir que Mavra le rodeaba el cuello con sus pequeños brazos, con más fuerza de la que su aspecto frágil permitía esperar—. Hay preguntas que me zumban en la cabeza. Cosas sobre papá y cómo todo terminó para él. Tengo que responderlas por mi cuenta, no puedo vivir con el misterio. Tengo que ver.

Constantine no dijo nada más. Simplemente se acercó y abrazó a sus dos hijas, con fuerza, con un ímpetu que sabía a final.

—Las quiero. Para siempre.

Ángela pasó a Mavra a los brazos de su madre. La pequeña sollozó e intentó resistirse, pero no le duró mucho. Lo último que Ángela le oyó decir fue "tú puedes, tú eres fuerte igual que papá", y luego se dedicó a esconderse contra el pecho de su madre.

—Corre, mamá. Todos están evacuando, no pierdan tiempo.

Su madre asintió y le dedicó una última mirada de esos ojos que tantas veces le habían servido de refugio.

—Nos volveremos a ver —declaró, escueta. Luego esbozó una débil sonrisa ladina y echó a correr con su hija más joven en brazos. Ángela se quedó allí quieta hasta que las perdió de vista, haciendo una promesa interna de que iban a abrazarse de nuevo, pero su madre no volvió a mirar atrás.

*****

Le era imposible concentrarse. Un pitido molesto le invadía los oídos como una advertencia de peligro, y de repente estaba cuestionando todas sus decisiones. Parpadeó dos veces. Muchas personas pasaban corriendo a su lado sin siquiera notarla.

—¡Ángela!

Reaccionó. Entre la marea de gente, uno de los gemelos corría hacia ella.

—¿Qué haces aquí parada? —era Tosya—. Ángela, ¿has visto a Lev?

—No —susurró ella, saliendo de su trance. No llevaba mucho tiempo allí parada, aunque se sintiera como una eternidad, en realidad acababa de ver a su madre y a su hermana desaparecer entre el gentío—. No sé dónde está tu hermano, Tosya, lo siento —respondió, ya más alerta—, pero hay alguien a quien tengo que encontrar.

Ángela empezó a moverse, tratando de agudizar la vista. Una presión comenzaba a formársele en el pecho; los nervios le trepaban por la garganta y le hacían temblar la mandíbula. Echó a correr, perdiendo la poca calma que le quedaba. La presión crecía y crecía, pero lejos de paralizarla, la hacía moverse más rápido. Sentía que algo estaba a punto de romperse. Un equilibrio que una vez desbalanceado no volvería a su forma original. Una imagen de su padre cruzó su mente, pero Ángela la evitó. No era el momento de pensar en esas cosas.

—¡Tiana! —gritó, cuando vio a una chica tan o más desesperada que ella misma, hundiendo los pies en la nieve mientras gritaba algo que Ángela no llegaba a oír—. ¡Tiana! —volvió a gritar, esta vez más fuerte, mientras le hacía señas agitando los brazos en el aire.

Se trataba de la novia de Black. Una muchachita de su misma edad, pero tan pequeña y frágil que a veces parecía una niña. En ese momento lucía como un conejito mojado, abrazándose a sí misma para abrigarse un poco mejor. Ángela no le veía bien el rostro porque una maraña de pelo oscuro le tapaba la cara, indomable a causa del viento.

—Tiana, ¿qué haces aquí? ¿Estás con Black?

La chica se corrió el pelo de la boca con una mano muy pálida. Le temblaban los labios.

—¡No sé dónde está Markov! —intentó hacerse oír—. ¡Se suponía que nos encontraríamos aquí si sonaba el aullido!

A Ángela no se le ocurría, ni por asomo, dónde podría haberse metido Black. Las probabilidades de que haya huido sin su novia, o sin ella, eran pocas. Tal vez estaba con Colum, pero esa idea tampoco le gustaba. Sacudió la cabeza.

LUPUS I - A los Lobos les gusta jugarOnde as histórias ganham vida. Descobre agora