23: Nuevos comienzos 🌊

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A veces las decisiones correctas son las más difíciles

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A veces las decisiones correctas son las más difíciles.

Supe que no tenía excusas válidas cuando las horas comenzaron a ajustarse. Miré mi reloj descubriendo que eran más de las nueve. No tenía ninguna llamada de Lula. Era tarde. Pensé que ya se habría ido, no obstante, allí estaba; sonriéndome.

—Mi novio es inteligente —expresó la chica—. ¿Estás bien?

Moví la cabeza tratando de estabilizar mi ritmo cardiaco.

—¿Theo? —levanté la cabeza y la hallé contemplándome—. Gracias.

—Creí que ya no estarías aquí.

Lula me miró mal antes de sonreír. —Es que soy así de idiota.

Le di un rápido beso y retrocedí para levantar mi maleta. —¿Podemos irnos ya? Puede que te enfades, pero tengo el impulso de salir pitando ahora mismo.

Lo decía en serio.

—Primero quiero que conozcas a alguien —Tomó mi mano y me condujo al interior del restaurante.

Dentro no había clientes, pero los trabajadores no habían acabado su jornada. Las miradas me siguieron hasta que entré a otra sala.

—Ella es Olivia, mi jefa —presentó a la única persona del lugar.

—¿Hola? —murmuré inseguro.

—Veo que no eres muy puntual.

—Ha sido culpa mía, no le he dicho que la hora exacta —dijo Lula—. Sabes que estas cosas siempre se me pasan.

—Como también sé que no sabes mentir —replicó sacando una carpeta—. Como sea, todavía no eres mi empleado, así que lo dejaré pasar.

—¿Empleado? —me giré hacia Lula.

—¿No quieres? —preguntó Olivia antes de entregarme un montón de papeles—. En la primera hoja está toda la documentación que necesito de ti, y el resto es el contrato. No te preocupes, Lula me ha dicho que estudias así que no trabajaras más de veinte horas semanales.

—Yo no sé qué decir —confesé en voz baja.

—Puedes pensártelo.

¿Por qué? No me conocía en lo absoluto y seguro que había candidatos mejor cualificados. Es decir, el restaurante estaba en una calle pija y solo atendían reservas. Los salarios también eran una pasada, entonces:

—¿Por qué? —hablé en voz alta—. Perdona, quise decir gracias.

Ambas mujeres intercambiaron una mirada cómplice.

—Tranquilo, gracias a ti conseguí que Lula —Pasó su brazo por los hombros de mi novia— se apunte a un concurso.

Bajé la mirada sintiéndome mal conmigo mismo. —No creo que deba aceptarlo.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora