Bueno, al menos hasta que se mudó su enemigo con él.

O más bien, su antiguo enemigo, puesto que ahora llevaba en alto la etiqueta de «novio»

Éste lo esperaba todos los días y ya entrada la noche Dib llegaba a casa,  ambos hacían de comer, y cenaban juntos, casi siempre le llevaba dulces al Irken, para que no consumiera de alimentos que le pudieran lastimar.

Ambos habían conseguido ese departamentos ya en plan de noviazgo, hacía unos meses, aunque claro que Zim no cooperó con nada, ¿de qué forma?

Antes de eso ambos se veían en la casa del azabache, y éste nunca pensó en hacer la sugerencia de visitarlo en su base.

Estuvo varias noches cenando con su hermana y alguna ocasiones hasta con la cabeza de la familia.

Se hizo parte de ahí y convivían considerablemente bien.

Estaba en la intimidad de un antiguo enemigo.

Te souviens-tu d'être entrée chez moi?

T'as pu voir le cocon familial

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Un sábado por apenas comienzos de la tarde Zim había llegado a los laboratorios a apresurar a su novio, los sextos días se iban temprano y el Irken lo esperaba en el recinto del principal científico, que se encontraba más cerca de la salida que el área de su hijo.

Dib fue a recoger a su pareja y ya salía, cuando al despedirse de su padre éste le veía con desconcierto, teniendo su mirada clavada en su descendiente, de hecho ni le dedicó ni un «adiós», al tiempo que notaba como Zim mantenía la mirada baja, con una expresión de miedo y pena.

Subieron al auto y Dib preguntó si quería salir a algún lado, casi siempre paseaban estos fines de semana.

El más bajo negó apenas audible. El azabache asintió y condujo unos minutos, sintiendo claramente que algo malo pasaba, atreviéndose a cuestionar cuando pararon en un semáforo rojo.

El alienígena comenzó a morder su labio con fuerza y a arquear las cejas, al tiempo que quejía, hasta el punto en que no pudo más y rompió en llanto, esto alertó al más alto.

— ¿Qué pasó? ¿Qué tienes? — Zim se abrazaba a sí mismo y cubría su rostro.

— Vamos a casa — Suplicó y el de gabardina pisó el acelerador.

Al llegar al regazo del complejo abrió la puerta de la derecha e intentó cargarlo, quien repeló inconsciente el toque.

Dib se alejó, mirándolo con sorpresa.

El de disfraz desviaba la mirada avergonzado y dijo que él iría solo.

Zim nunca había temido a que lo tocara. Algo grave había pasado.

Llegaron a su hogar y el de lentes tuvo que hacer un esfuerzo por tratar de consolarlo sin tocarlo, por miedo a hacerle algo. . . O a provocarle algo.

El más bajo sollozaba sin consuelo y sus lágrimas escurrían como cascadas. Su pareja le repetía la cuestión sobre su estado, hasta que se logró calmar y en lugar de contestarle se lanzó a abrazarlo, tomaba de su abrigo como si lo fueran a apartar de su lado, y eso fuera lo último que quería.

T͜͡w͜͡e͜͡n͜͡t͜͡y͜͡ S͜͡o͜͡n͜͡g͜͡s͜͡-s͜͡h͜͡o͜͡t͜͡s͜͡  ❣︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora