-Ya veo -dijo Marsala. ¿Cómo podía permanecer tan frio? ¿Acaso no sabía la rapidez con que Ethan podía moverse? -. Estamos aquí sólo porque todos somos buenos amigos.

-Estamos aquí sólo porque vamos a hacer que tu muerte parezca otra cosa -corrigió Ethan. Arrojó un juego de llaves sobre la mesa de centro. Kerry consiguió ver el escudo de Ferrari: las llaves de Regina. Para dar a la policía una pista de su desaparición, aun cuando nunca se encontrara el cuerpo.

- ¿Qué pasa? -dijo Marsala provocativo-. ¿No quieres hacerlo frente a la chica? ¿No quieres que te vea con mi sangre escurriendo por tus colmillos, embadurnando tus dientes y tu barbilla? ¿No quieres que vea lo que eres antes de convertirla en lo mismo que tú? -No esperó respuestas-. Kerry -Ella se sobresaltó al oír repentinamente su nombre-, hay un reproductor de música en la caja, debajo de las estacas. Sácalo y oprime el botón de encendido.

Ethan le dirigió a Kerry una mirada confusa y preocupada.

Kerry se dio cuenta de que él no sabía, de que no había adivinado, de que no había sospechado nada. De que esa idea no se le había pasado por la cabeza.

Pero se le pasó en este momento.

-Hazlo -le ordenó Marsala.

-No. -Ethan no sabía que estaba pasando. Kerry no sabía lo que Marsala estaba planeando, pero definitivamente tenía que escuchar a alguno uno de los dos.

-Lo siento -dijo Kerry. Abrió la caja y sacó un reproductor de CDS y el ajo que había sospechado todo el tiempo.

-Kerry -dijo Ethan vacilante, y prestándole demasiada atención.

Kerry oprimió el botón de encendido.

La música tardaba en empezar a sonar, y Marsala dijo:

-Ahora saca la pistola.

Ella levantó la cabeza bruscamente. Por un instante se aterrorizó, presumiendo la existencia de una segunda pistola que desconocía, antes de ver que los dos hombres empezaron a moverse.

No había ninguna pistola. Pero como no tenía forma de saberlo, Ethan soltó a Marsala y dio un salto hacia Kerry.

Mientras Marsala sacaba la pistola de su bolsillo.

Kerry, todavía en la escalera, cayó de rodillas y se cubrió la cabeza, a sabiendas de la funestamente inadecuada protección que eso podía ofrecer contra vampiros o contra balas.

Hubo dos disparos, y se oyó un grito de dolor de Ethan, justo cuando sonó una música clásica ruidosa, tal vez la obertura de una ópera, el tipo de música necesaria para camuflar un asesinato.

Kerry se obligó a mirar.

Había tenido la certeza de que Marsala apuntaría a la cabeza para infligir el mayor daño. Estaba segura de que al mirar descubriría que Ethan estaba muerto o a punto de, pero Marsala le disparó a la pierna. La pierna izquierda, notó fútilmente, la opuesta de la que había sido herida la última vez. Ambas balas le dieron en el muslo. Cuando Ethan trató de sentarse, Marsala se aproximó y le disparó una tercera bala en la rodilla derecha.

Kerry se tapó la boca para no gritar.

Ethan se dobló, esta vez sin emitir sonido. Marsala tenía el camino libre para darle en la cabeza si eso es lo que pretendía hacer.

Pero por lo visto no era eso.

-Tú -dijo, haciendo una señal a Kerry.

Tuvo que pasar junto a Ethan, que la miró, pero no intentó detenerla.

Compañeros de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora