12. Eres libre

357 57 122
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Las olas lo sacuden de un lado a otro y el agua se le cuela por nariz, mientras que con violentos espasmos su esternón lucha por respirar bajo el agua.

Le daría igual de no ser porque la marea se lo ha arrebatado. Cillian lucha contra corriente y nada con fuerza hasta la superficie, solo para encontrarlo.

—¡Sebastian! —grita, aun sabiendo que los cadáveres no pueden hablar. Desea morir aferrado a su cuerpo, a los sueños rotos y a las promesas que Vida y Muerte, grandes aliadas, se esmeraron en quebrantar—. ¡Sebastián!

No logra verlo. Las extremidades ya no le responden y cada vez es más difícil mantener la conciencia.

Finalmente, se da por vencido.

¡Cillian! —Por encima del sonido del oleaje distingue su voz. En un nuevo esfuerzo por salir a flote, una mano se aferra a él y lo eleva a la superficie.

Es Sebastian; su tacto, su olor a lavanda y laurel, su esencia de paz e ilusión.

Se pone en pie y las olas del mar se convierten en la proa del Bastardo. Están uno frente al otro. Vuelve a ver los ojos castaños, el lunar de la mejilla, el oscuro cabello ondeando al viento. Su amor lo mira fijamente y con los labios le reclama un beso.

Estás vivo —solloza con un fuerte escozor en la garganta.

Se lanza a sus brazos y recupera para sí ese sabor que llega a él como el licor de miel que tanto había añorado.

Te dije que siempre estaríamos juntos, pero me abandonaste —le reprocha Sebastian.

La mirada castaña se vuelve turbia y fría.

No, no... Nunca; tú eras... Tú eres mi vida... —Las palabras caen como una losa a la espalda—. Yo no quería... Nunca dejaré que vuelvan a separarnos.

Se abraza a él, frota las lágrimas contra el cuello de Sebastian y, beso a beso, recorre el camino que le lleva a sus labios. Vuelve a beber de él, a embriagarse con su miel, a sentir el tacto y el roce de la lengua, pero antes de darse cuenta, Sebastián deja de responderle y se lleva las manos al vientre.

El filo de una cimitarra sobresale de él.

Tú... podrías haberlo evitado.... —agoniza.

Cillian no puede entender qué sucede ni por qué la vida vuelve a escapar de su amado.

—No me dejes —solloza—, Sebastián... —El cuerpo cae inerte sobre la cubierta y, tras él, aparece Tarik con la espada repleta de sangre. No, no, no... ¡Lo has matado! —El guerrero sonríe mientras el poeta se aferra al cadáver—. ¡Sebastián! —grita una y otra vez.

BASTARDO (Bilogía 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora