20. There's no place like home

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Aprieta el paso al dejar atrás el Santiago Bernabeu. Podría coger un taxi o acercarse a casa en metro. Pero sin mucho más que hacer que esperar, las paredes de su piso se le vienen encima. 

Sabe que Aitana está bien porque Barbara le envía todos las noches el mensaje de rigor para hacérselo saber. 

"Está bien"

"Te dije que está bien"

"No seas pelma, está bien"

"No, me ha dicho nada, te lo juro, pero esta bien"

"Por el amor de dios santisimo Cepeda te dije que está bien, PESADO DE LOS COJONES"

Puede entender la frustración de su amiga pero empieza a estar desesperado. 

No, desesperado no. 

Empieza a tener tentaciones de subirse a la terraza y gritarle a la gente que pasa por la calle como un puto loco. 

Se le encoge el estómago al entrar por su portal. Contiene la respiración al abrir el buzon y le tiemblan los dedos al sacar un papel blanco. 

Desgraciadamente el menú del restaurante hindú que acaban de abrir en la esquina de su casa no le va a traer ninguna noticia sobre Aitana. 

Lo arruga y resopla enfadado cuando cae fuera de la papelera. 

Ni con eso va a tener suerte hoy. 

Tiene tantas ganas de retrasar el momento de encerrarse en casa que decide subir por las escaleras. Cada escalón le parece imposible de superar. 

Se da cuenta de que le duele la cabeza y se pregunta si no se habrá resfriado. 

Debe estar haciéndose tan viejo como dicen las niñatas de twitter.

O quizás esté alucinando. Porque delante de su puerta hay una mochila grande y verde, un pastor alemán casi tan grande como la mochila y un duende con el pelo azul dormido sobre el perro. 

Solo que visto más de cerca es posible que el duende de pelo azul sea, nada más y nada menos, Aitana Ocaña Morales. 

Sopa, ha visto suficientes fotos como para reconocerla,  levanta las orejas cuando escucha el ruido procedente de las escaleras y se pone en guardia cuando ve llegar a un extraño. 

Luis ha tratado con muchos perros a lo largo de su vida y decide que la mejor idea es moverse despacio, muy despacio para no ponerla nerviosa. 

Aún así, Sopa, consciente de su labor como protectora emite un suave gruñido de advertencia para dejarle claro que no ve con buenos ojos sus movimientos. 

Eso y el movimiento empiezan a desperezar al duende que se remueve perezoso. 

Cada vez que sus pestañas se mueven, el estomago de Luis hace un triple salto mortal. 

Está aquí. En su casa. Técnicamente en su puerta, pero es suficiente. 

Se pone en cuclillas, procurando no enfadar a Sopa hasta que está suficientemente cerca para disfrutar del espectáculo que es verla despertar. 

Pasan unos instantes hasta que sus ojos se abren de todo y se enfocan en los de Luis y esboza una sonrisa perezosa. 

Aún tarda un poco más en darse cuenta de no está soñando y cuando esto sucede se incorpora a toda prisa clavando sin querer un codo en el lomo de Sopa que lanza un aullido de protesta. 

Toda la delicadeza en el despertar se trasforma en una confusa madeja de brazos, piernas y patas mientras Aitana intenta ponerse al pie al tiempo que se disculpa con su perra. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now