Capítulo 39 🎤

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Lautaro la besó con devoción y las palabras se ahogaron en sus bocas. Introdujo su lengua en aquella boca que hacía unas horas le había encantado como si buscara en el fondo de ella el origen de aquella magia.

Se apartaron con dulzura, ella se sentó a horcajadas sobre él y acarició con ternura sus cabellos mientras lo miraba a los ojos. Lautaro subió sus manos y apretó sus senos con pasión y lujuria.

—Me lo hubieses dicho antes...

—No sabía cuándo era el momento indicado. Quería hacerlo... pero al principio era muy pronto. Son muy pocos los que saben mi identidad, cuanta menos gente lo sepa menos posibilidades hay de que se filtre a la prensa la información. Los pocos que lo saben, mi abogado, Lala, mis padres, mi hermano y su familia, Matías y mi representante anterior, Franco, todos deben firmar un contrato de confidencialidad...

—¿Y yo?

—Deberás firmarlo también —susurró ella entre el medio del placer que él le prodigaba y al tiempo que enredaba sus dedos en sus cabellos—. No sabía para dónde íbamos y temía que si algo salía mal...

—¿Te descubriera? ¿Vendiera la información al mejor postor? —dijo él ofendido al tiempo que de un movimiento la volteaba y quedaba él sobre ella, abriéndose paso entre sus piernas.

—Lo siento, no es que dudara de ti, amor... es que... nos estábamos conociendo...

Lautaro acercó su cuerpo al suyo y con una mano le sostuvo ambas muñecas por sobre su cabeza mientras con los dientes mordisqueaba sus pezones y hacía que se retorciera de placer.

—Yo te conté todo de mí, Gabriela, no seré famoso ni tendrás que firmar un contrato de confidencialidad, pero te conté incluso lo que nadie más sabía. Sabes quién es la madre de Pili y tú le has ganado en la final de aquel concurso, incluso en ese momento callaste...

—Lo siento, Lautaro, no era sencillo para mí... —dijo mientras se retorcía. Lautaro ahora succionaba con fuerza uno de sus pezones—. Estaba muy confundida en ese momento. Yo no sabía quién era...

—¿Y qué ha cambiado ahora? —inquirió él viéndola a los ojos y liberando el ajuste de sus muñecas.

Ella suspiró y él se dejó caer a su lado en la cama. Gaby tomó el mando de nuevo volviendo a sentarse sobre el muchacho y restregando su humedad sobre su abdomen.

—Todo... todo ha cambiado desde que te conocí, desde que conocí a Pili, desde que entré a tu mundo y tú entraste al mío. Le diste sentido a mi vida, me enamoré perdidamente de ti... ¿qué más quieres que te diga? Hoy fuiste a verme, pensé que era Alicia la que vendría y monté la escena con ayuda de Lala —dijo mientras él volvía a pasear su mano izquierda para alcanzar uno de sus senos mientras con el pulgar de la derecha buscaba el clítoris pegado a su abdomen.

—Y entonces llegué yo... ¿Por eso estabas tan ansiosa e inquieta? —inquirió mientras comenzaba a hacer círculos y marearla de placer.

—S-sí... me sorprendiste —susurró en medio de la oleada de placer que recibía—, tenía que volver al ensayo y tenía miedo a que me descubrieran, en Reyes no tengo la misma calma que en Caya, que es una ciudad más chica y donde siento que corro menos riesgo de ser reconocida —suspiró al tiempo que echaba el cuerpo hacia atrás para darle más alcance a Lautaro.

Lautaro no dijo nada, le acarició hasta que supo por sus gestos que estaba al borde del abismo y entonces se detuvo en seco.

—¿Estás castigándome? —inquirió ella que intentaba sin éxito manejar los espasmos de su cuerpo.

Lautaro no respondió. Se incorporó para moverla a su lado de la cama y la acomodó para introducir un par de dedos en su interior.

—Oh, por Dios... —susurró ella.

Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now