Capítulo 38 🎤

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Sin embargo, en la puerta, no solo estaba Alicia, sino también Lala.

—Hola —saludó desconcertado.

—Llegamos al mismo tiempo —explicó Alicia—. ¿Y Pili?

—Está viendo la tele —respondió Lauty—, pasa...

Pensó en decirle algo acerca de que no necesitaría quedarse, pero la presencia de Lala lo hizo esperar.

—¿En qué te ayudo? —inquirió—. Gabriela no está aquí...

Dijo y reflexionó que en realidad ella debería saber dónde estaba Gaby, y si no era así, era porque definitivamente Gaby no estaba trabajando. De pronto, se encontró a sí mismo desconfiando de la mujer que amaba, y aquella sensación no le agradó.

—Bueno... en realidad vengo a pedirte un favor inmenso... y no tengo mucho tiempo —dijo Lala y se mordió el labio al comprender que no era tan sencillo como parecía.

—Dime... —dijo él.

—Tengo una amiga... cantante —añadió—, está por actuar en una boda, aquí cerca... y su tecladista no llegó —comentó—. No se me ocurrió nadie más que tú para pedirle ayuda...

—¿Quieres que vaya a tocar a una boda ahora? —inquirió desconcertado.

—Hay buen dinero... —añadió Lala, pero Lauty negó.

—No es por eso, es que...

—Por favor —interrumpió la muchacha—. Hay alguien importante entre esa gente y mi amiga no puede fallar, su carrera está en juego, por favor —insistió.

—¿Y qué hay que tocar? —preguntó.

—Nada complicado, seguro que tú conoces todo el repertorio —afirmó—, ponte algo formal y vamos, por favor —insistió.

Lautaro negó con la cabeza, pero la muchacha puso una mirada de desesperación que lo convenció, después de todo ella había venido hacía un tiempo y había dado su tiempo y su ayuda para preparar a su hija para aquel evento de la escuela y sintió que se lo debía.

—Bien, espérame un segundo, pasa si deseas.

Lala pasó y saludó a Pili que la abrazó con ternura. Lautaro le explicó con rapidez a Alicia que los planes habían cambiado y que, aunque Gabriela no vendría, necesitaría salir. La muchacha le dijo que no se preocupara, que ella se quedaría a dormir con Pili.

Lala se preguntaba cómo acabaría la noche y en qué momento Lautaro descubriría la verdad, era imposible que no lo hiciera. Desde el público Gaby podría pasar desapercibida, en las calles también, pero al oírla hablar o mirarla a los ojos sabría que era ella, estaba segura.

Lautaro salió vestido con un traje negro, camisa blanca y corbata oscura. Se recogió el cabello en una coleta y Lala pensó que se veía guapísimo.

Subieron al vehículo de la muchacha y ella se mordió el labio, de pronto todo aquello la ponía nerviosa y no podía evitar pensar en cómo se sentiría Gaby.

—Llegaremos sobre la hora —explicó—, tú irás directo al piano y yo te pasaré la lista con los temas —añadió.

—¿Cómo? Debo hablar con la cantante, Lala, tenemos que coordinar los tonos en los que canta y cosas así —explicó él.

—No hay tiempo... —dijo ella—, tendrás que seguirle el ritmo...

Dijo justo cuando estacionó frente al sitio.

—Escucha, Lautaro —añadió antes de que ingresaran—, quiero que sepas que Gabriela te ama con todo su corazón. Es mi mejor amiga y la conozco como a nadie, y te aseguro que somos muy pocos los que podemos verla en realidad como es, y tú eres una de esas personas.

Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now