Parte 1

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Tres días antes...

Luego de un largo día de clases llegué a casa. Arrojé la mochila en el sofá y caminé hacia la cocina, muerta de hambre. No fue hasta que cerré la puerta de la nevera que me percaté de la presencia de mis padres.

-Hola- les sonreí, sintiendo el frio del plato en mis dedos. Había cogido dos sándwiches de jamón y queso.

-Hola cariño ¿Cómo estuvo la escuela? - me pregunto mama, con voz amable.

Suspiré- Bien, nada nuevo- respondí, dejando el plato sobre la encimera. Volví la vista hacia mis papas arrugando el entrecejo, había algo extraño en ellos. Como si quisieran comunicarme una noticia, pero no supieran como- ¿Sucede algo malo? - les pregunte.

Mama miro a papa, quien tenia los ojos puestos en su agenda, buscando apoyo.

-Bueno...- carraspeo. Papa alzo la cabeza, encontrándose con la mirada inquisitiva de mama. Reacciono.

-Anabel, como sabes tu madre y yo estamos mucho tiempo fuera de casa por viajes de la empresa- comenzó- Es por eso que hemos decidido contratar a un niñero que te acompañe y cuide de ti mientras estamos fuera- concluyo.

- ¡Que! ¿Un niñero? – exclame, estupefacta.

-No hagas que lo repita- dijo papa, serio.

- ¡Pero tengo diecisiete años! Puedo cuidarme sola- proteste, un sentimiento de injusticia se instalo en mi pecho. Mis compañeros de clase solían quedarse en sus casas sin sus padres y no tenían niñero ¿Por qué en mi caso era diferente?

-No confían en mi ¿Verdad? – hable, llena de indignación. Ambos me observaron, pero ningún sonido salió de ellos, esa era mi respuesta.

-Lo siento, Ana, está decidido tendrás un niñero- dijo papa, dando por terminada la pequeña conversación.

-Actualidad-

El despertador sonó como un estruendo en la habitación provocando que diera un respingo en mi cama. Me levante sintiendo el peso de mis pies, arrastrándose al baño. Una ducha caliente me ayudaría a espabilarme. Los días Lunes me costaba muchísimo abandonar mi bello colchón para ir a la escuela, me eche hacia delante cuando el agua quemo mi espalda, diablos. Camine por la habitación con la bata de baño puesta, tome mi uniforme del armario y comencé a vestirme. Repase mi imagen ante el espejo, camisa blanca, falda a tablas azul, medias negras y zapatillas all stars negras con líneas blancas. Por último, seque mi cabello pelirrojo y abandone mi dormitorio.

-Cariño, no olvides que hoy viene el niñero- me recordó mama a penas me senté en la mesa.

-Lo sé Lorena- dije, cogiendo mi taza de té. Mama me lanzo una mirada furibunda, no le agradaba que le llamara por su nombre- ¿Qué? La abuela escogió ese nombre para ser llamaba como tal, mama- lleve una galleta a mi boca.

Escuché el sonido de una bocina, mi amiga había llegado. Tomé mi mochila, saludé a mis padres y salí.

- ¡Gorda! -chillo, abrazándome.

- ¡Rubia! – exclame, devolviéndole el gesto. Tamara y yo siempre nos saludábamos con sobrenombres cada vez que nos veíamos, algunos podían parecer ofensivos, pero así era nuestra amistad, un poco alocada y divertida.

- ¿Cómo has amanecido? - me pregunto, conduciendo a la escuela.

-Ya sabes, me cuesta despegar los ojos cada lunes- respondí.

-Te entiendo, me sucede lo mismo solo que todos los días

Rei leve- ¿Como va tu relación con Sam?

Mi Niñero es un MujeriegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora