Prólogo

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No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca.

Mi mirada está fija en el ancho ventanal que me permite observar la noche desde mi habitación. Se escuchan sus gritos desesperados como alarmas en mi cerebro de un pequeño reflejo de culpa que intento opacar con el sentimiento, mucho mayor, de saciedad y sed al mismo tiempo. ¿Cómo arrepentirse de algo que te da tanta vida? ¿Cómo arrepentirse de algo que te oscurece tan velozmente? ¿Cómo arrepentirse de algo que te llena de tanta adrenalina? ¿Cómo arrepentirse de algo que despierta todos tus sentidos de forma tan inexplicable? ¿Qué tan importante es que la luz que me ilumina es la misma que me lleva la locura?

Como el rayo de luz alumbrando las sombras de la noche en el desierto. Como el cielo ennegrecido derramando su llanto sobre el rostro de quien parecía ser alguien lleno de vida. Un alma que fue corrompida por deseos irracionales que conllevan a la más pura locura. Una mente desgastada por constantes pensamientos, sádicos, psicóticos, desquiciados que daña cada centímetro de claridad que asoma, levanta, yergue, entre las telarañas venenosas de un conocimiento que destruye la vida, arrasando todo a su paso.

No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca. No estoy loca.

Las lágrimas de sangre caen como cascadas de un río caudaloso, cristalino. Una idea que parece muy buena, buena, buena, pero a la vez puede acabar con la vida de más de los que son necesarios sacrificar para satisfacción personal por saciar mi sed de sangre que nunca se acaba, nunca se acaba, nunca se acaba, nunca se acaba. Un simple acto que podría manchar mis manos tan rápido como una gota de tinta cayendo esparciéndose en una copa de cristal llena de agua. El único problema es que no solo mis manos estaban manchadas, porque hoy decidí bañarme en su sangre y saborear cada gota y disfrutar cada centímetro y bañarme en su sangre, bañarme en su sangre, bañarme en su sangre.

La hermosa luna alumbraba mi habitación. Sus gritos no pararon en ningún momento y yo solo podía observar el estrellado cielo.

Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa. Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa. Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa.

Gritos.

Sollozos.

Llanto.

Dolor.

Llanto.

Y Dolor.

Sentirme viva, muerta y muy viva. Llenarme de fuerzas y ver su alma desprenderse lentamente y sentir sus latidos ralentizar, detenerse, cesar, apagarse y sentir su respiración escasear y su cuerpo pesado frío hasta que solo sea un montón de peso inerte descansando en mis brazos pincelados de carmesí.

No estoy loca.

No estoy loca.

No estoy loca.

Sus gritos comenzaban a cansarme. No quería, no quería, no quería que ella estuviera aquí por más tiempo. No quería que ellos estuvieran aquí. Qué ten sospechoso sería si ellos desaparecen?

Un charco de sangre se extendía bajo los tres cuerpos, sus cuerpos. Aún vivían, no por mucho, pero aun vivían. No encontraba satisfacción suficiente para que pagaran el precio. Merecedores de mi odio. Odio extremo por una pequeña razón que representa mi vida entera. Peores que un circulo vicioso. Maltrato y desprecio. Crueles seres dignos de repulsión. Para mi no es una cosa simple. Siempre me arrepentiré de haber llegado a esta maldita familia. Me odian. Los odio. Pero ellos no tienen la visión que yo sí y pagarían. Están pagando cada maldita deuda. Se retorcían y suplicaban cada uno a su ritmo. Voces entrecortadas y débiles. Sangre, mucha sangre. Lo necesitaba, necesitaba hacer esto, y acabar con todo y comenzar con mi lista. Qué tan desquiciado llegaría a ser este juego? Alcanzaría el limite alguna vez?

No tengo limites, no los necesito. Necesito la lista, una larga lista. Mi lista. Nombres de personas desconocidas. Escritos con tinta dorada sobre una hermosa hoja negra, escritos con tinta dorada sobre una hermosa hoja negra. Y una gota por nombre será la decoración bordeada en las esquinas de la hoja. Dorado y negro y rojo y blanco y dorado y negro y rojo y blanco. Con delgadas líneas blanca subrayando cada persona. 29 nombres como el día en que llegué a este maldito lugar, como el día en que ella cumple años, 29 nombres de personas inocentes, 29.

Solo el cielo era lo que estaba viendo y una piedra golpeó la ventana. Miré hacia abajo dónde su alegre sonrisa se admiraba dirigida en mi dirección, él me estaba sonriendo, amaba sus sonrisas. Cada una de ellas. Abrí la ventana y miré sus ojos brillantes, él quería que le dejara entrar. Cómo hacerlo en una situación como ésta? No podía arriesgar tanto. Negué diciendo que tendría que esperar un m mientras cerraba la vente y la cortina. Y disfruté de la sangre. Hasta acabar con todo y esconder. Solo fueron 10 minutos. Destruí las evidencias, incluyendo las salpicaduras en mi piel. Él no podía saberlo nunca. Solo fueron 10 minutos. Y bajé para mirarlo de cerca de nuevo, hace 3 horas lo había visto y deseaba mirar sus ojos de nuevo, escuchar su voz. Solo deseaba verlo de nuevo. Y tratar de olvidar mi realidad. Una que esconderé de él, porqué temo que me tema. Porque no soy nada y su presencia me vuelve algo.

Juntos observamos el cielo y la luna desde mi balcón impecable. Con aquellos grandes ventanales abiertos y sin rastro de ellos.

Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa. Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa. Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa.

Ignorando los horrible hechos de hace un rato. Ignorando la lista y mi sed de más. Y pasamos toda la noche mirando mi brillante estrella en silencio. Ninguno habló, no era necesario.

Él sabía que algo me pasaba, pero no preguntó. No lo hiso. Pasó sus brazos alrededor de mis hombros y me recostó en su pecho, en silencio, observando mi estrella. No sabía cuánto tiempo había pasado. Segundos o minutos u horas, no me importaba. Sentía pequeñas olas de viento lamiendo nuestros rostros. Sus manos acariciando mi cabello. Su aliento sobre mi frente y sus ojos vagando del cielo a mi. Yo sólo miraba su rostro, y me perdía en su piel y deseaba tocar sus mejillas, la línea de su mandíbula, sus labios. Sus ojos encontraron lo míos, su dulce mirada. Sonrió y corrió mi cabello a un lado. Sus brazos envolvieron mi cuerpo llevándome a su regazo. Cerré los ojos y apoyé mi cabeza en el hueco de su cuello, inhalé su aroma y respiré su piel, una y otra vez. El sueño llegó a mi pero no quería dormir, no en este momento, quería permanecer aspirando su olor, entre sus brazos y en silencio. Y olvidarme de todo. Viajar a un mundo perfecto con la persona perfecta. Y observar mi estrella.

Una brillante estrella, plateada y brillante, muy brillante, mi estrella brillante, plateada y hermosa.

Él se recostó en el suave sofá dónde estábamos sentados hasta estar acostado, aún sin soltarme, no quería que me soltara. Bostecé y él sonrió, de nuevo. Mis párpados pesaban y necesitaba dormir pero no quería. Sus dedos se enredaban y desenredaban en mi cabello. Tiró de mi cuerpo más arriba sobre el suyo, ahora sentía su respiración en mis mejillas. Besó el puente de mi nariz.

--Duérmete, princesa.-- negué con la cabeza.

--No me iré.

--No lo hagas.-- susurré despacio.

--Duerme.-- su voz era tan dulce, tierna, que no sonaba como una orden en absoluto. Y cerré los ojos dispuesta dormir en paz. Ellos ya no estarían para hacer mi vida peor. Y él me daba paz y calma, alivio a mis heridas. Y se que sólo necesitaba estar así para olvidarme de mi horrible realidad.

I'm not psychopahtWhere stories live. Discover now