Capítulo 27 🎤

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Lautaro, por su parte, también pensó que hacía mucho que no salía y se sintió a gusto con aquellas muchachas y sus amigos. Fernando invitó a bailar a Lala y esta aceptó de inmediato. Lautaro estaba por hacer lo mismo con Gaby cuando sintió una mano en el hombro.

—¿Lauty? ¡Qué bueno verte por aquí! —exclamó Karen, que, por cierto, lo había invitado muchas veces y siempre había obtenido negativas—. ¿A dónde dejaste a Pili?

—Hola, Karen, se quedó con una amiga que se ofreció a cuidarla —añadió.

—Ah, buenísimo. Me alegra que por fin te hayas tomado un tiempo para ti —zanjó y luego miró a Gaby de reojo—. Hola —saludó.

—Hola, Karen —respondió la muchacha—. ¿Cómo has estado?

—Bien... ¿Puedo sentarme con ustedes? —inquirió.

Lautaro y Gaby asintieron, pero la tensión en el ambiente se sintió de inmediato. Gabriel, que lo percibió en el instante, invitó a bailar a la recién llegada.

—Uf... —bufó Gaby cuando la vio partir de mala gana con aquel guapo amigo de Lautaro—, esa chica está loquita por ti y no le gusta nada mi presencia.

Lautaro sonrió.

—Vaya, eres perceptiva —admitió.

—No hay que ser Nostradamus para adivinarlo —añadió ella—. ¿En serio no te gusta?

Lautaro negó con la cabeza.

—No, ya te lo dije, es una gran amiga y la quiero mucho, pero yo la veo como una hermana... Ha estado allí desde siempre. Si te soy sincero, me gustaría poder verla con otros ojos... sería la mujer ideal para mí.

—¿Cómo es esa mujer? —quiso saber Gaby que se acercó más a él y lo observó con curiosidad.

—No lo sé, Karen es... una buena amiga con la que puedo conversar de todo, me conoce y me acepta como soy, sabe por las cosas que he pasado y quiere mucho a Pili...

—Vaya... —admitió Gaby—. Suena bien... ¿Por qué crees que no funciona?

—Pues porque... no hay esa química que debe haber para ser algo más que amigos... No me atrae como mujer —añadió él.

—Es bonita...

—Lo sé...

Hicieron silencio por un rato.

—¿Vas a invitarme a bailar o debo hacerlo yo? —preguntó entonces.

Lautaro la observó y le regaló una sonrisa.

—¿Quieres bailar conmigo? —dijo y le pasó una mano.

—Por supuesto —admitió ella y tomó su mano.

Caminaron hasta la pista y comenzaron a bailar. El tiempo pasó, música tras música, mientras los dos se abstraían de la realidad y se contorneaban al son de las melodías que sonaban. Gaby se pegaba a él y se movía de maneras que a Lautaro le despertaban sensaciones que pensaba había olvidado para siempre.

Un buen tiempo después, Lala se acercó a Gaby para decirle algo al oído, la muchacha asintió en respuesta y vio como su amiga se despedía de ella y Lautaro con la mano.

—¿A dónde va? —inquirió Lautaro al verla partir junto a su amigo.

—Creo que a un lugar más tranquilo con tu amigo —admitió la muchacha—, ya sabes lo que eso significa...

—Vaya... —admitió él—. ¿Y tú? ¿Tienes ganas de salir de aquí?

—¿A un lugar más tranquilo? —inquirió ella y levantó las cejas de manera sugestiva.

Lautaro sonrió.

—Vamos —admitió Gaby y ambos salieron de allí.

Caminaron hasta el auto e ingresaron.

—¿A dónde vamos? A casa no se puede —dijo Lautaro.

—Vamos a la mía, la habitación de huéspedes que ocupo está un poco alejada de la de mi hermano...

—¿No tendrás problemas?

—No... —respondió ella con una sonrisa.

Al llegar, ingresaron en silencio y conteniendo la risa. Cuando estuvieron en la habitación, los dos suspiraron aliviados.

—Parecemos adolescentes escapando de los padres —dijo ella con diversión.

—Sí...

—Ven, siéntate aquí —invitó ella y ambos se sentaron en la cama.

—Gaby, hoy me estás volviendo más loco que de costumbre —afirmó—, primero con lo que hiciste por mi hija... y ahora... ya no sé cómo contenerme...

—No lo hagas, Lauty, nos gustamos, eso ya está claro, ¿verdad? ¿Qué tienes para perder? Somos adultos —dijo ella.

—Ya sabes mi temor...

—Eres el mejor padre del mundo y tienes a la hija más perfecta, pero no puedes dejar de lado tu vida personal. Tú también mereces distenderte un poco y ser feliz —añadió—, déjame, te ayudaré con eso.

Dijo ella y se puso de rodillas tras él para hacerle masaje en los hombros.

—Eso se siente bien —admitió él y cerró los ojos—. Eres hermosa, Gabriela, por dentro y por fuera...

—Gracias por ese cumplido —añadió ella que se pegó a la espalda del muchacho para susurrarle al oído—. Tú eres guapísimo y creo que eres un gran hombre, solo quiero que te sueltes un poco más, que disfrutes la vida, que seas más libre... y no libre de tus responsabilidades sino de las trabas mentales que tú mismo te colocas. ¿Me dejas ayudarte?

—Creo que ya no puedo decir que no... —admitió él.

—¿No puedes o no quieres?

—No quiero —afirmó.

Entonces, con un solo movimiento certero, dio media vuelta y la tomó por la cintura para traerla hacia delante y colocarla a horcajadas sobre él. Gaby emitió un gruñido por la sorpresa y una vez allí, envolvió sus brazos por el cuello de él para acercarlo a su boca.

—¿Ya no aguantas? —inquirió Gaby en un susurro sensual para evocar la última conversación que tuvieron.

—No... ya no —dijo él y acercó sus labios a los deella para iniciar un beso que le supo a gloria. 

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Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now