Capítulo 10. Café

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-Si...si alfa. -Cada vez que me llamaba alfa, sentía un inmenso alivio en mi pecho, nadie podría siquiera imaginar lo que esa palabra causaba, amaba su voz cuando me aceptaba .

-Eres mío, Erick...solo mío.

Yo quería hacer de nuestra primera vez un momento especial, en un lugar bonito y adecuado para que no lo olvidara. Cuidar de su cuerpo mientras besara cada centímetro de piel, tomarlo lento y cuidadosamente porque merecía todo lo hermoso pero yo no aguantaba más y mi lobo tampoco. Hice que sus piernas se enredaran en mi cintura y me acomodé para colocar la punta de mi erección justo en la gloria de la entrada a su cuerpo. Temblé como adolescente primerizo cuando asintió con la cabeza y asumiendo toda la responsabilidad de mi acto...entré en él.

-¡Jod...jodida...mierda! -Jadeó entrecortadamente mientras me deslizaba en su interior y casi pierdo el equilibrio al sentir el calor y estrechez de su canal.

-¡Mierda! -Gruñí por la sensación, obviamente habíamos jugado antes con aquellos aparatos pero seguía siendo tan apretado como el infierno.

-Eres...muy grande, alfa.

"Alfa"

Cuando estuve por completo en su interior, dejé de moverme para adaptarnos a la sensación, por él para evitar lastimarlo, por mí para no correrme en segundos. Nos miramos a los ojos por una eternidad, él lucía tan perfecto, sus ojos con ese brillo azuloso y pequeñas lágrimas tratando de salir. Era una vista que podría tener por el resto de mi vida, debajo de mí, indefenso y entregado, esperando por mis movimientos mientras sus manitos se aferraban a mis hombros, era sublime.

-Voy a moverme ahora, si te incomodas o quieres que pare...

-No hables...solo...tómame.

No supe distinguir si fue una orden, un pedido o un ruego pero el tono de su voz había sido una delicia para mis oidos. Bajé un poco hasta su boca y besé sus labios de forma suave y lenta, él aceptó mi gesto y gimió despacito mientras comenzaba a mover mis caderas. Ambos jadeamos en el acto, las sensaciones se multiplicaban por millones y el roce de su interior con mi hombría, era perfectamente glorioso. Su olor aumentaba con cada segundo que pasaba, estaba desbordado de feromonas lujuriosas, su aroma se filtraba por mi nariz haciendo que los sentidos se activaran y mi deseo creciera.

-Te sientes...tan... bien.

Gruñí tomando impulso, necesitaba más de él, necesitaba escucharlo jadear y gemir, necesitaba hundirme en su interior con fuerza porque me estaba volviendo loco. Sus paredes apresaban mi extensión como si toda la vida hubiesen estado esperando por ella, caliente, húmedo, apretado y yo perdía la cordura segundo tras segundo. Bajé mis labios a su cuello donde su olor se intensificaba y mi lobo aullaba desesperado por morderlo, yo quería hacerlo, moría por encajar mis colmillos en su piel pero todavía no.

-¡Oh mi Dios! ¡Oh Dios!

Gritó alto y agudo cuando mi miembro encontró su punto interior, ese mismo que lo volvía un manojo de temblores y gemidos intoxicados de placer, yo me movía fuerte, desesperado, constante, deseando que el momento no se acabara jamás pero sabiendo que no duraría mucho. Los minutos pasaron, largos, intensos, cargados de gemidos y jadeos hermosos provenientes de sus labios, yo me sentía en la gloria, jamás en mi vida había estado tan entregado a nada ni nadie como lo estaba ahora.

-Me...encantas.

Gruñí moviéndome fuerte, sus piernas apretaban mis caderas para hacer que me pegara más a él, para que llegara más y más profundo mientras él se empujaba en mi dirección. Estaba descontrolado, jadeando y gritando muy alto, con lágrimas de puro placer escurriendo de sus perciosos ojos. Era hermoso así, tan entregado, tan dispuesto, tan mío. Yo sabía que esto terminaría pronto, podía sentirlo en la forma en que se contraía su conducto, apretando mi hombría de forma exquicita. Me moví más rápido al final y fui testigo en primera fila de como escurrió sus fluidos sin control, como su esencia se disparó de su propia erección sin haber tenido la necesidad de atenderla.

-¡Por una mierda! ¡Dios!

Gritó sin filtros ni pudor retorciéndose en el orgasmo intenso que estaba viviendo, regalándome la preciosa escena de su cuerpo manchado y deshecho, tembloroso y sudado. Siguió gimiendo, lloriqueando de lujuria, apretando mis caderas con sus débiles piernas. Yo no iba a soportar más, necesitaba liberarme, expulsarme dentro de él, llenarlo de mí. Sus ojos no dejaron de mirarme en ningún momento, disfrutándome, retándome a terminar esto como él quería.

-Voy...a...

-Hazlo...lléname, márcame ahora...alfa.

Y ante eso...yo no podía hacer nada.

Fui consciente del gruñido lobuno que salió de mí cuando apretó su entrada, cuando me llamó alfa y pidió que lo reclamara, fui consciente de que en el preciso momento en que la primera gota salió...mis colmillos atravezaron su piel. Gritó de dolor, convulsionó bajo la presión de mi mordida y yo lo anudé con tanto deseo, tanta entrega, tanta necesidad. Su olor explotó en placer y sus gemidos siguientes fueron de pura gloria y satisfacción. El sabor de su sangre descontroló todo en mí y los últimos movimientos agonizantes de mis caderas, sellaron el lazo inquebrantable que habíamos formado justo ahora, siendo uno, uniéndonos para siempre, haciendo de este acto...el comienzo del camino sin retorno de nuestras vidas.

Satisfecho solté su cuello, su gemido lastimero me alertó pero cuando me atrajo a su cuerpo y acarició mi espalda, supe que estaba bien, podía sentirlo en su corazón que latía al mismo ritmo que el mío. Salí de él con delicadeza cuando el nudo se fue y nos acomodé para descansar, él casi se había dormido, estaba agotado pero completamente a gusto, yo no podía ser más feliz. Besé su frente, aspiré su aroma a flores silvestres y algo más, tenía mi olor pegado a su piel y me llenaba de orgullo.

-Café...café negro y un toque de menta.

Smell ll JoerickWhere stories live. Discover now