Capítulo l: Los Túneles de la Insistencia

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La mañana florecía, y aquellos miembros del reino animal, cebras, rinocerontes, monos, babuinos, entre un sin número de especies, se inclinaban en adoración al Rey Simba, quién rugía junto a su familia, Nala, su esposa, Kiara y Kovu, su pareja.

Era otra mañana en la vida de estos leones y su legado real, más, sin embargo, en un área fuera de las zonas del reino, un grupo distinto, otra colonia de suricatos, más bien, se encontraba oculta, excavando túneles como ya era costumbre en ellos. Solían temer de las águilas marciales, halcones y águilas. A diferencia del grupo de suricatos que los que solemos tener recuerdos, estos animales de esta zona podían defenderse en grupo y proteger a sus jóvenes.

— ¡Vamos, por favor! —decía una joven suricato con algo muy particular en su cuerpo. Su brazo izquierdo parecía estar a la mitad, un muñón vendado — Sé que puedo ayudar, ¿por qué no me dejan hacerlo? —En su rostro se veía desesperación.

Como al otro grupo de suricatos que protagonizaron el evento anterior, estos variaban en pelo y tonos de pelaje. Ella tenía un pelaje claro, de un tono marrón claro rosáceo con rayas de un tono más oscuro. Su pelo parecía ser de un tono amarillo anaranjado, con ojos de un tono oscuro de azul verdoso, con una forma almendrada, no redonda como alguno de sus compañeros.

Un par de segundos pasaron antes de la respuesta de uno de sus compañeros, no muy viejo, y líder de la colonia.

— Mejor, no, Akili —su desinterés era evidente. Al escuchar esta respuesta suya, el rostro de la ya mencionada mostraba lentamente desolación, más a su compañero eso no le importó—, ¿no estás mejor haciendo otra cosa? No puedes todo el tiempo pedir lo mismo todos los días. —Dirigiéndose directamente hacia ella, se cruzó de brazos y le miró frente a frente.

— Por favor... —lo sabía, era insistente, pero no podía estar haciendo nada. No era lo que ella quería.

Se contuvo las ganas, no quería llorar, estaba cansada de ser rechazada ella y todo lo que hacía. Simplemente era considerada... "especial", de algún modo.

— ¡No puedo dejar que hagas esto! —Él se encontraba ya desesperado—Te puedes lastimar. Dime, ¿cómo piensas cavar un túnel sin una pata? ¿Cómo piensas cargar con las rocas y los obstáculos que tenemos que poner para que no nos coman? —Al decir estas preguntas, apuntó con una de sus garras su cabeza y le dijo— Piensa un poco, ¿quieres?

No se dio por vencido ella, no quiso dar por cerrada la conversación e hizo lo posible para intentar convencerle. Primeramente, había intentado decir que, o podía ayudar colocando las ramas de madera, o no tenía que trabajar de aquellas labores como todos los demás de ser necesario. Le sugería que le dejase experimentar con los utensilios que pudiera conseguir para ayudar a sus compañeros.

— ¿Y si hago una cosa que echa aire? Como... —Miró al suelo pensando por unos segundos y se puso una garra sobre su labio inferior— ¡Oh! Hecho con hojas, algunas piedras, ¡y quizá algo que impulse el giro constante y refresque...!

— ¡No, gracias! — Se retiró, parecía estar ya muy irritado.

Al notar la molestia que estuvo causando, se detuvo. Su semblante se entristeció, y cabizbaja, se abrazó a sí misma como podía.

Akili era alguien solitaria dentro de su colonia. En su condición, rechazaban su actividad y contribución sin importar qué tan importante podría ser. Contaba al menos con el refugio de su tía Inaya, y su abuela Zulai, mujeres trabajadoras en la colonia. Eran su inspiración y le llevaban a seguir queriendo hacer algo, sin embargo, ella no se conformaba con cualquier ayuda mínima, sino con mejor en beneficio de todos. Quizá no podía cavar túneles tan profundos rápidamente como los demás, pero dentro de ella estaban las ganas de ser útil, de algún modo u otro.

Lion King lV: Mark of MenaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora