Disculpas

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Por otro lado, a unos cuantos kilómetros de Mavia, estaba Lara. Con piel de gallina y los pelos de punta, se aferraba fuertemente a su espada. 

Estaba en la primera fila del ejército Elfo. Comandándolo de hecho, aunque aún había una muralla entre el enemigo y ellos. 

Suponiendo que el gran muro no resistiría el ataque conjunto de todos esos humanos, formaron una estratégica línea de defensa para cuando ingresaran a la fortaleza. 

 Si bien los Elfos eran una de las ocho razas originales, y alguna vez habían peleado para defender su tierra, no eran una raza guerrera. Mientras que los humanos habían sido creados como armas para la guerra. Lara era fuerte, sí, pero aborrecía la lucha más que cualquier otra cosa. No podía frenar un ejército ni aunque quisiera.

Así que ahí estaba la Suprema Menor, temblando como una hoja al viento. Suplicando al cielo que se le hiciera fácil. Pero estaba firme. No iba a retroceder, sin importar que eso le costara la vida. 

Quizás ese era el único punto que las hermanas platinadas tenían en común, cuando se plantaban frente a alguna adversidad nada las hacía moverse hasta ganar. Eran valientes, de diferentes maneras, pero con la misma intensidad. 

Tal vez, nuestra débil Lara era un poco más valiente que la temible Mavia. Cualquiera saltaría de un precipicio si sabe que puede volar, pero solo alguien repleto de coraje saltaría dudando de sus alas.

-¿Cuándo atacarán?-Preguntó Lara a Hydna.

-No lo sé, tal vez solo quieren encerrarnos hasta matarnos de hambre- Respondió la reina de los Dioses, más inquieta que su hija. 

El silencio, que se precipitaba mordaz desde el otro lado del muro, podía ponerle los nervios de punta a cualquiera.

Quien sabe cuánto tiempo estuvieron de pie esperando el ataque. Quizás una decena de horas o incluso más.

El rey Elfo, culpaba a Lara e Hydna por la situación así que les ordenó hacerse cargo de ella, importándole muy poco como lo hicieran. También dio la orden de evacuar hacia el mar a todos los Elfos que no formarán parte del ejército, y a la familia real también. 

-No arriesgaré mi descendencia por vuestras tontas acciones- Declaro el rey mientras corría al  interior del barco más cercano.

-Es mi primera vez al frente-Mencionó Lara apretando los dientes. 

Las venas de su cuello palpitaban notoriamente y sus músculos se tensaban más a cada minuto. La ansiedad la desbordaba, mientras que la falta de experiencia y confianza le jugaban una mala pasada.

-Tranquila, aún no estamos peleando-Intentó tranquilizarla, aunque ella también estaba nerviosa. Amaba a su hija mayor, pero conocía sus fuertes y bajos. Pelear con ella al lado le preocupaba más de lo que le preocupaban las Sombras y los humanos juntos-Pero cuando llegué el momento, y llegará, sé que lo harás bien-Mintió.

Lara sonrió sutilmente, sintiéndose complacida con el halago de su madre. Se renovó  parcialmente lo único que nadie debe perder, la confianza en sí misma. Sin embargo, otra vez, no tuvo oportunidad de mostrar su valía, esfumándose su coraje igual que la bruma en el aire.

Desde el otro lado de la muralla, un grito bestial resonó a lo largo y a lo ancho, erizando la piel de sus oyentes, secando bocas y cortando respiraciones. 

El ruido a espadas chocando y cuerpos siendo cortados no se hizo esperar, a la par en que los gemidos de dolor eran extraídos brutalmente de las fauces del enemigo. Los confundidos Elfos se miraban unos a otros, tratando de imaginar que horror caminaba fuera de su visión. 

La Maldición de las SombrasWhere stories live. Discover now