17| ¿Novios?

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Una vez el llanto cesó, Spencer se apartó de él lentamente

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Una vez el llanto cesó, Spencer se apartó de él lentamente. Había dejado sobre el polo de su uniforme una pequeña mancha a causa de las lágrimas. Por suerte, cuando se secase, se esfumaría.

—¿Estás mejor? —Ella asintió con la cabeza—. ¿Quieres algo de beber? ¿Un té o algún refresco?

—Té, por favor.

Bruce se metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y depositó su móvil y su cartera sobre la mesita.

—Voy a pedírselo a Dana.

Se ausentó por unos minutos y en ese tiempo, Spencer volvió a recorrer con la vista la estancia en la que se encontraba. No solo en cuanto a dimensiones era, aquella casa, muy diferente a la suya, sino también en su decorado. En todos aquellos elementos ostentosos que la conformaban. Estaba convencida que una simple lámpara allí, valdría miles de libras.

Apreció que la una esquina de algo que parecía papel sobresalía del interior de la cartera del pelirrojo. Se mordió el labio tratando de frenar su curiosidad, pero al final acabó ganando. Extendió el brazo, extrajo aquel impreso y comprobó que se trataba de una fotografía. Una joven de cabellos dorados era la protagonista de aquel encuadre. Era una chica guapa, pero no era Clarice ni le sonaba haberla visto por el instituto.

Cuando escuchó unos pasos acercarse, guardó rápidamente el objeto donde estaba.

—¿Qué le vas a decir a tus padres? —preguntó el pelirrojo volviéndose a sentar. La cara de Spencer parecía no entender la cuestión, por lo que especificó—: Por las heridas.

—Pues que me he caído.

Él arrugó la cara. En aquel momento llegó Dana y sirvió las tazas de té sobre la mesita, junto a la jarrita. Hizo una cortés reverencia y, tras dedicarles una sonrisa, se volvió a ir.

—Suena todo tan terrible.

Una idea afloró en la mente de la castaña.

—Lo es, ¿pero sabes cómo puedes compensarlo?

—¿Cómo?

—¿Qué haces en Navidad?

Aquella pregunta le había pillado desprevenido y por un instante se sintió terriblemente violentado.

—No me gusta la Navidad —respondió apartando la mirada para que ella no notara lo mucho que le molestaba hablar de ese tema.

Spencer apreció la incomodidad que trataba de ocultar y él posó su mano sobre su muslo. Con aquel roce, tenía la sensación de que acabaría por darle un infarto; estaba sintiendo demasiadas emociones nuevas aquel día. Para ser franca consigo misma, no acababa de entender qué había sucedido aquel lunes. ¿Cómo había pasado Bruce de decirle que la odiaba a declarar públicamente que eran novios? Le hubiera gustado que se lo hubiera pedido, que hubiera sucedido de otra manera, pero sabía que él no era alguien normal y decidió dejarlo estar.

La sonrisa del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora