19| Sonríe y perdóname

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Dedicado a Judith, por ser tan buena compañera y tan bella persona. Espero que te guste esta historia. Muchos éxitos <3 

Dalia se encontraba en el invernadero de su casa; su familia disponía de un jardín botánico

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Dalia se encontraba en el invernadero de su casa; su familia disponía de un jardín botánico. Ella siempre había crecido entre flores y plantas y no había nada que le gustara más, en especial en aquellos días que veía tan turbios.

Miró su reloj de muñeca y pensó que no le había contado a Spencer nada de lo sucedido desde hacía dos semanas. Ni ella tampoco le había informado de nada, pero lo entendía pues seguramente había estado ocupada con el asunto de Bruce. Había llegado a sus oídos que el joven declaró delante de gran parte de la escuela que Spencer era su novia y se moría de ganas de hablar con ella.


Dos semanas antes

El teléfono volvía a comunicar, últimamente nunca respondía a sus llamadas y a veces sentía que presionaba el botón de finalizar llamada antes incluso de descolgar. Le echaba de menos, apenas se estaban viendo y cuando lo hacían era durante tan solo unos escasos minutos.

No entendía qué sucedía, no sabía si aquello que nació entre ellos se estaba extinguiendo o simplemente se trataba de un conjunto de casualidades. No lo aguantaba más. Necesitaba estar junto a él y difuminar esos horribles pensamientos que la acompañaban día tras día.

—¿A qué viene esa cara tan larga? —Una voz muy familiar le sacó de su ensimismamiento. Se trataba de Thomas.

Al verle, pronto apartó su mirada huidiza de la de él y respondió:

—No es nada. —Se limitó a responder. Últimamente la presencia de Parker le resultaba más molesta de lo usual; se ponía mucho más nerviosa que antes y siempre se quedaba sin palabras cuando hablaba con él.

Por mucho que lo intentara, no podía difuminar de su rostro el dolor que llevaba albergando todos aquellos días de incertidumbre, algo que Thomas había notado. Si algo no era el chico, era tonto. Sobretodo tratándose de Dalia, la persona a la que más había observado en silencio desde que la conoció. Podría decirse que sabía tanto de ella que con solo una mirada de soslayo podía dictaminar sus ánimos.

Él, que nunca había tenido problemas a la hora de hablar a alguien y que jamás le había importado lo que pensaran, si era raro o no, ahora no tenía valor suficiente para hablar con aquella chica de cabello rubio platino. Simplemente no podía. Estaba bien observándola desde la distancia; reía cuando ella lo hacía y se preocupaba cada vez que la veía alterada.

No obstante, todo cambió cuando comenzó con el profesor Charles Wells: el encanto de las estudiantes; el profesor atleta de ojos tiernos. Fue una maldición descubrirles, o una bendición, porque tuvo el valor necesario para hablar con ella, aunque su excusa ocultara horribles fines.

La sonrisa del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora