S i e t e .

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19 de octubre de 2018

El viernes por la tarde, después del entreno, papá y yo nos dedicamos a preparar la cena con esmero. Habíamos limpiado la casa esa misma semana, pero mientras el pollo se hacía en el horno le dimos un repaso al salón. Puse la mesa con las servilletas nuevas, esas que tenían pequeñas hojas otoñales dibujadas, y encendí las velas del salón.

La casa entera olía a pollo y a especias. Eché un vistazo a través de la ventana del salón; el viento soplaba con fuerza, meciendo los árboles y haciendo que las hojas amarillentas de estos cayeran al suelo. Fui a mi habitación y revisé mi aspecto. Llevaba puesto un jersey verde oscuro y unos vaqueros negros. Había secado mi cabello con cuidado, dándole forma y peinándolo hasta que quedé satisfecha con el resultado. También me había maquillado. Una capa de maquillaje cubría las imperfecciones de mi rostro, incluidas las ojeras que la noche anterior me había ocasionado.

No había podido dormir. Había pasado la noche dando vueltas en la cama, pensando en aquel casi-beso y en lo que pudo llegar a ser. Jake y yo no habíamos hablado por teléfono antes de acostarnos y eso me dificultó mucho el poder dormir.

De todos modos, estaba segura de que hablar con él no me iba a calmar, precisamente. En la escuela había estado muy tensa. Jake actuaba con normalidad, al menos mientras estábamos junto al resto de nuestros amigos, pero yo no dejaba de mirarlo y, cuando él se giraba para devolverme la miraba, yo la apartaba bruscamente, muriéndome de vergüenza.

Ni siquiera lo hacía queriendo. Algo había cambiado entre nosotros y en el fondo yo lo sabía. Había estado a punto de besarle. Él había estado a punto de besarme a mí. Y yo me había apartado.

Daría lo que fuera por entrar en su mente, aunque solo fuese una vez. Me encantaría saber qué pensaba él de todo esto. Y aunque a una parte de mí le aterraba la idea de exponer todo aquello que pasaba por mi cabeza, también quería que el supiera que le habría besado, de no ser por todo lo que cargo a mis espaldas.

Negué con la cabeza y volví al salón. ¿Por qué seguía dándole vueltas al tema? Ya había decidido que no pasaría nada entre nosotros. No tenía sentido torturarme más.

Mi padre se encontraba todavía en la cocina, a pesar de que ya habíamos terminado todos los preparativos para la cena. Estaba sentado frente a la mesa de la cocina, moviendo su pierna con nerviosismo.

—La cena les va a encantar —dije con una sonrisa tranquilizadora mientras ponía una mano sobre su hombro.

—Espero que sí —me sonrió también —, aunque me preocupa más lo que vas a pensar tú de todo esto.

—Estoy segura de que Sophie me va a parecer maravillosa. Tu gusto para la decoración es pésimo, pero sabes elegir bien a las personas.

—Te recuerdo que estoy divorciado —bromeó.

—Y yo te recuerdo a ti que ni siquiera eso salió tan mal. Podría haber sido mucho peor.

—Sí. En eso tienes razón.

El teléfono de mi padre sonó de repente, indicando que tenía una notificación. Lo cogió con tanta rapidez que no pude evitar soltar una carcajada. No lo había visto así de nervioso en mucho tiempo.

—Ya están llegando —anunció.

De repente, comencé a sentir parte de sus nervios yo también. Esperaba de todo corazón que la cena saliese bien. De todas formas, ¿qué podría salir mal? Íbamos a comer con una mujer y su hija, no nos enfrentábamos a nuestra mayor pesadilla precisamente.

Mi padre se levantó de la mesa y revisó una vez más el horno, asegurándose de que la cena no se quemaba. Se arregló el cuello de la camisa, aunque ya la llevaba bien puesta, y se peinó con los dedos.

Emily & Jake ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora