D i e c i s i e t e .

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26 de diciembre de 2018

No había nadie más que yo en esa pequeña cama cuando me desperté. La luz del sol era tenue pero estaba ahí, lo que significaba que ya había amanecido y que debían de ser más de las ocho de la mañana.

No recordaba haberme quedado dormida, pero supuse que lo había hecho en algún momento del séptimo episodio, porque sé que por lo menos llegamos hasta ese. También sé que, a pesar de que lo más probable es que acabase dormida en el hombro de Jake, me había despertado acostada y tapada como siempre, y Jake no estaba a mi lado.

Había hecho un papel pésimo como anfitriona. Ni siquiera sabía bien dónde había acabado durmiendo, el pobre.

Me desperecé y salí de la cama. Hacía mucho frío fuera de mi edredón, por lo que tuve que dirigirme al armario en busca de un batín o alguna otra prenda calentita que ponerme por encima. Cuando di con ella me fui al salón, donde encontré a Jake.

Estaba tumbado sobre el sofá, tapado con una manta que definitivamente no era lo suficientemente gruesa para el frío que hacía en esa casa. ¿Por qué no se había quedado conmigo? La cama de mi habitación era pequeña, sí, pero prefería dormir apretujada y despertarme varias veces con sus patadas a saber que él estaba incómodo por mi culpa. Fui hasta la cómoda del pasillo que llevaba a mi habitación y a la de mi madre y saqué un edredón para ponérselo por encima.

Me quedé mirándolo un rato. Mi excusa para hacerlo era que aún no me había despejado del todo y que por eso me quedaba embobada con cualquier cosa con facilidad. La realidad era que verle dormir me transmitía paz.

Luego me fui a la cocina y vi que había un post-it pegado a la nevera que no estaba ahí la noche anterior. Me acerqué para leerlo.

«¡Buenos días! He salido a comprar algo para desayunar. Volveré enseguida.»

Justo entonces oí que la puerta de la entrada se abría. Segundos más tarde, mi madre entró a la cocina cargada con dos bolsas. Me dio los buenos días y las dejó sobre la encimera.

—¿Qué has comprado? —Abrí una de las bolsas para ver qué había dentro.

—Un poco de todo. Se me olvidó preguntarle a Jake qué suele desayunar él, así que he cogido varios tipos de cereales y unas magdalenas —dijo—. Por cierto, ¿por qué has dejado que duerma en el sofá? Debe de haber pasado una noche horrible. Además, casi le despierto al salir de mi habitación. Me he llevado un buen susto al verle en el salón.

—Fue sin querer. Me quedé dormida mientras veíamos la serie.

Mi madre comenzó a sacar la compra para colocarla en la cocina. Se notaba que no había ido directa hacia la zona de desayuno, porque las bolsas estaban llenas de otros tipos de comida. De pequeña odiaba que hiciera eso; me decía que solo estaríamos en la tienda cinco minutos y terminaba siendo media hora.

—Me cae bien —comentó.

—Y eso que aún no lo conoces del todo. —Sonreí.

Jake se levantó tres horas más tarde. Mi madre y yo queríamos esperarle para desayunar, pero finalmente el hambre pudo con nosotras. Me comí un bol de cereales con leche y me pasé el resto de la mañana estudiando ya que, aunque quedaba mucho para la vuelta a clase, quería mantener un buen ritmo y adelantar un par de cosas.

—Vaya —fue lo primero que Jake dijo al verme—, ya no llevas el disfraz de oso. Una lástima.

Me había cambiado de ropa después de darme una ducha y ahora llevaba un conjunto bastante normal. Un jersey rosa y unos vaqueros oscuros.

Emily & Jake ✔️Where stories live. Discover now