Todo cambió

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Poco después de despegar, Juliana decidió leer un poco ya que estaba en el lugar más incómodo de todos, no le quedó otra opción más que adaptarse y continuar. Los nervios por estar sentada a un lado de la castaña aún no cesaban del todo pero por lo menos su corazón había regresado a sus latidos normales y al parecer su mente volvía a funcionar. Ahora estaba sintiendo una especie de paz que la envolvía poco a poco. El delicado aroma del perfume de aquella chica le llegaba muy sutilmente, podría cerrar los ojos y dejarse llevar por ese olor a flores, a jazmín y un toque de fresa muy ligero, era una fragancia fresca, un perfume perfecto para un día soleado de primavera.

Buscó en su bolso aquel libro que decidió la acompañaría durante su viaje, era de hecho su libro favorito, ya lo había leído un par de veces pero nunca era suficiente, siempre había algo en él que seguía atrapándola como la primera vez.

Desde pequeña le gustaba pasarse horas leyendo, los libros la transportaban a otros mundos dónde su imaginación no tenía límites. Después de la escuela, pasaba por la biblioteca y se llevaba un par de libros que terminaba en uno o dos días. La lectura era su puente de escape a la realidad que vivía.

Una vez cuándo era pequeña le había pedido a Santa Claus una muñeca, su maestra les había dicho que Santa sólo les traía regalos a los niños que se portaban bien. Su mamá siempre le decía que era la niña más buena y noble que había en todo el mundo, entonces Santa si le traería su muñeca, pensó.

Llegó la mañana de Navidad y la ilusión de tener su primera muñeca murió cuándo su padre en tono burlón le dijo que Santa Claus no existía y que nadie le iba a traer regalos. Le tiró la carta que ella había escrito a la cara. Su madre al escuchar eso le reclamó pero El Chino como le llamaban a su padre, no permitía que nadie le gritara y enfrente de ella le dió un par de bofetadas que la hicieron perder el equilibrio y cayó al piso, agarró su chaqueta y se fue hacía la puerta de salida pero antes de cerrarla volteó a ver a Juliana y le dijo... Feliz Navidad... con una mirada fría y una mueca burlona.

Juliana se había quedado parada en el mismo lugar, en su interior una mezcla de emociones luchaban por salir. Se sentía triste, enojada, asustada, decepcionada... hizo puño sus pequeñas manos, quería gritarle por ser tan cruel con ella y por tratar de esa manera a su mamá pero no pudo hacer nada más que quedarse paralizada en la misma posición mirando hacia la puerta cerrada, hasta que su mamá trató de pararse, entonces se sintió preocupada y fue a ayudarle. Caminó hacía ella para ayudarle a levantarse. Caminaron hasta el sillón y su madre la abrazó fuerte mientras Juliana lloraba en silencio.

La decepción y el dolor en su pecho duraron varios días. Desde entonces nunca volvió a pedir nada.

Su madre le leía desde que era muy pequeña y cuándo fue lo suficientemente grande para leer sola, prefirió refugiarse en los libros.

Ahora estaba ahí buscando dentro de su bolso uno de esos libros que más la habían ayudado a reencontrarse con la mujer que era y a reconectarse con su alma.

Desde que despegaron había evitado mirar a la mujer a su lado, aunque por momentos sentía su mirada pero no se atrevía a regresársela por temor a caer en otro lapsus mental.
Buscó la página dónde se había quedado la última vez y decidió concentrarse en su lectura.

Quince minutos después seguía en la misma página...al parecer su mente tenía otros planes y no eran precisamente leer.

-

Valentina no podía evitar mirar de vez en cuándo a la pelinegra, su presencia era como un imán para ella, no sabía que le estaba pasando, algo tenía esa mujer que le causaba una extraña sensación.

DestinoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora