Capítulo 47: Guerra fría.

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Alexander

Seguí observando el lugar donde Leah había estado.

No había nada ahora, sólo el burlesco rayo de luz que se colaba por el balcón y apuntaba justamente a ese espacio, como un puesto vacío sobre un escenario.

Tardé un par de segundos en percatarme de que mi cuerpo seguía tenso por el cúmulo de emociones, por la impotencia y la rabia que se combinaban a la par, halando de mi piel para liberarse. Lentamente moví los dedos que habían permanecido empuñados, permitiendo que la sangre volviera a circular.

Seguía sin poder moverme, pasmado como estaba por toda la mierda que habíamos hecho en los últimos diez minutos. Arrugué los párpados con fuerza en un banal intento por desaparecer las imágenes de nuestra discusión, que no hacían otra cosa que repetirse una y otra vez, recordándome todas las cosas que debí haber dicho, que debí haber hecho.

Solté el aire, tensé la mandíbula y abrí los ojos: el mundo moviéndose de nuevo sobre su eje.

Relajé los hombros y antes de que pudiera detenerme, ya había golpeado una silla del comedor que terminó volcándose con un estruendo; el respaldo quebrándose cuando llegó al suelo.

No fue nada liberador, tristemente.

Debió haber sido fácil para ella. Todas esas decisiones tomadas de manera autoritaria y unilateral, y todas correctas para conservar su pequeño mundo de cristal.

Sí, su situación era crítica, estresante y cualquiera se habría vuelto loco de estar en su lugar, pero nunca pensé que terminaría por rendirse, que terminaría mandando todo al carajo por el más mínimo problema.

No importaba cuánto lo negara, o cuánto se esforzara por ocultarlo, Leah seguía sin crear su propio criterio, y la aceptación de sus padres seguía siendo su compás para actuar, incluso pese a la rabia que sentía hacia ellos.

La comprendía hasta cierto punto, todas esas cosas que le creaban conflicto y la hacían sentirse perdida: la relación de sus padres, el peligro latente de perderlo todo a causa de Abraham y los actos de mamá en el pasado en contra de su familia; podía comprenderlo todo, excepto su decisión por separarnos definitivamente.

No había ningún motivo para crear una guerra entre nosotros, porque nunca habría permitido que alguien le hiciera daño, ni una sola vez.

Suspiré derrotado. Era un hijo de puta, el dolor que se anclaba  a tu pecho y se sujetaba a él con uñas y dientes.

Lo peor era que no importaba cuánto le rogara, cuántas promesas le hiciera o cuánto insistiera, Leah no iba a quedarse; la conocía, lo sabía por la forma en la que me miraba, llena de determinación.

Y si algo tenía ella, era precisamente eso. Siempre había suprimido sus deseos para llenar las expectativas de los demás, porque en la balanza de su vida, los otros representaban el mayor peso.

Se había convertido en una parte de mí. Intrínsecamente enredada en todo lo que yo era, extendiéndose más y más sobre todos los aspectos de mi personalidad como una raíz, y yo me había aferrado a ella como una soga de rescate para no  sucumbir al abismo del juego, las deudas y la incertidumbre.

Ahora, me había soltado sin previo aviso y no estaba listo para enfrentar lo que había debajo yo solo; para explorar las profundidades de ese oscuro e inhóspito lugar lleno de cosas inciertas.

Se había ido llevándose una parte de mí consigo, dejándome incompleto, así que tendría que aprender a aferrarme a mí mismo y esperar salir vivo de todo aquello.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Where stories live. Discover now