Capítulo 11: Bona fide.

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Leah

—¿Por qué nadie me avisó que habría una piscina?

Damen despegó los ojos de la pantalla—cosa que resultaba imposible cuando jugaba a la Xbox—, y nos siguió de cerca con la vista mientras yo tomaba asiento en el sofá contiguo.

—Cállate, insecto—espeté sin un ápice de paciencia para sus comentarios infantiles.

Mi hermano entornó sus bonitos ojos verdes y me hizo una mueca burlona.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan amargada?—se quejó e hice el ademán de incorporarme para pegarle. Su sonrisita se desvaneció y se apresuró a arrebujarse más contra el sillón.

—Paren ya ustedes dos—intervino papá colocando una mano al frente y mi hermano hizo un mohín—. Damen, a tu habitación.

—Pero están a punto de sermonear a Leah, ¿no? ¡No quiero perderme el espectáculo!—berreó haciendo un puchero y le hice una seña que dejaba en claro el hombre muerto que sería si no cerraba la boca de una vez.

—No voy a repetirlo, Damen.

—Pero papá...

—Ahora—insistió, con un tono tan autoritario que hasta a mí me dieron ganas de correr a mi habitación.

Damen se levantó a regañadientes y abandonó la sala del recibidor arrastrando los pies. Mamá apareció en la estancia en ese momento y se apresuró a retirar la húmeda toalla que descansaba sobre mis hombros para colocarme una seca.

—¿Estás bien?—preguntó consternada. Era lo primero que me decía desde que abandonamos la fiesta.

El camino de regreso había sido tan asfixiantemente silencioso y tenso que consideré seriamente la posibilidad de tirarme por la ventana, solo para respirar con normalidad un poco de aire fresco.

—Sí.

Mamá pareció no creerme nada y frunció el ceño.

—¿Estás segura? ¿No intentó nada? ¿Te ha hecho daño?— comenzó a palpar mi cuello, mis hombros y mis brazos con ansia, casi con desesperación, buscando alguna evidencia de que Alexander me había lastimado— ¿Se ha propasado contigo? ¿Ha intentado hacerte algo...?

—Mamá, tranquila—la detuve cuando estuvo a punto de levantar el vestido y revisar mis piernas—. No ha hecho nada.

Se incorporó retorciéndose los dedos y miró a papá de una manera que no logré identificar. Se acercó a nosotras y clavó sus ojos en mí.

—Leah, ¿él te empujó?

La pregunta me resultó tan estúpida y a la vez tan extremista que no pude hacer más que contemplarlos de pie frente a mí, aturdida.

—No—me apresuré a decir—. Al contrario, yo caí en la piscina y él simplemente...

—¿Cómo te caíste?—preguntó mamá de pronto, aun hecha un manojo de nervios.

—Pues...—estaba a punto de besarme y preferí caer a la piscina. —Estaba en el jardín, caminé cerca de la piscina, trastabillé y caí.

Mierda. Yo era una pésima mentirosa, mucho más cuando tenía a mi padre enfrente. Podía sentir la manera en que sus ojos me escrutaban y desmembraban, hasta llegar a lo más profundo de mí. Bajé la vista para no evidenciarme más de la cuenta.

—¿Qué hacías en el jardín en primer lugar? ¿Y qué hacía él ahí también?—inquirió, con el mismo tono que seguramente usaban los sacerdotes en la Inquisición.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)On viuen les histories. Descobreix ara