Parte 39

24.1K 4.1K 2.4K
                                    

No sin dar algunos rodeos mi tía acabó contándome que aquel muchacho no era otro que Apolo, el dios de la belleza, del sol, de las artes y de muchas otras cosas. Uno de los dioses más importantes, quizá el segundo más poderoso después de Zeus, su padre, y tan cruel y depravado como él. Recordé su nombre porque le dedicaban un montón de capítulos en el libro que me había prestado mi tía.

—¿Hay algún dios más que venga a casa los domingos? —le pregunté.

—No, ¿por qué lo preguntas? —murmuró preocupada.

—Para leerme esos capítulos antes. Si lo hubiera sabido habría pasado del rollo de Zeus y hubiera empezado por Apolo —protesté.

Ella ignoró mi queja y me contó que cuando Tártaro descubrió que yo, su posesión, vivía en el pueblo y me reclamó, mi madre exigió justicia a los dioses. Ellos enviaron al tal Apolo, quien tenía experiencia como abogado y me defendió ante Tártaro, consiguiendo que solo le perteneciera la mitad de mí. Él también intercedió para que mi madre fuera a ese infierno en mi lugar. A lo largo de los años, Apolo mantuvo contacto con mi familia a través de mi tía. No me quiso dar detalles de por qué, insinuó que ella le había caído en gracia, significase lo que significase. La visitaba los domingos por la tarde y, según ella, veían series.

El tal Apolo tenía Netflix, pero no sabía usarlo. No se le daba bien la tecnología en general, así que iba a casa de mi tía para ver series con ella. Él usaba auriculares para escuchar lo que decían los personajes para que ella no tuviera que oírlo, ya que le gustaba ver las series sin sonido. Me estaba diciendo que el dios del sol iba los domingos a su casa a ver Friends. Me dejó sin palabras, no me lo podía creer, pero a la vez mi tía nunca había sonado tan sincera. Hasta me comentó que a Apolo le encantaba Rachel y odiaba a Mónica.

—No quería que él supiese que estás aquí porque... —mi tía se miraba las manos mientras me hablaba—. Porque es retorcido, manipulador y se aburre mucho. Es como los demás y son auténticos monstruos. Se divierten a nuestra costa, juegan con nosotros, para ellos somos como mascotas o aún peor. Nos usan, nos tiran, les da igual. Nuestras vidas no tienen valor para ellos.

Noté cómo se le hacía un nudo en la garganta al pronunciar estas palabras.

—Adriana sabía que él venía a casa, sabía que no podía impedir que me visitara y estuvo buscando internados para ti, para mantenerte a alejada de él. Y eso que él fue quien la defendió. Así que imagina lo que opina tu madre de Apolo.

Antes de que me fuera a dormir me lanzó una última advertencia:

—Tienes que mantenerte alejada de él. Si se te acerca por la calle, sal corriendo. Si te agarra, gritas. No hables con él y, sobre todo, no le escuches. Puede envenenarte la mente.

Era probable que mi tía tuviera razón, pero quizá merecía la pena correr el riesgo. Era uno de los dioses más poderosos y probablemente sabía cómo ayudar a mi madre, quizá incluso podía traerla de vuelta. No perdía nada por preguntarle.

—No lo haré, no te preocupes —dije para que se tranquilizara.

Como si me hubiera leído la mente, ella me agarró por el brazo y me suplicó con la mirada.

—No puede traerla. Diga lo que diga, él nunca ha estado en el Tártaro. Creo que ni siquiera ha pisado el Hades. No puede traer a tu madre.

Estuve toda la noche dándole vueltas a lo que mi tía me había dicho, tratando de descubrir si era verdad, tratando de encontrarle sentido. Me puse hasta un capítulo de Friends para intentar comprender qué era lo que un dios buscaba en esa serie. Leí también acerca de él. Era conocido porque se enamoró de una ninfa, Dafne, pero ella le aborrecía. Debía ser que Apolo no entendía lo de "no es no" y, para huir de él, Dafne se convirtió en árbol. No habla bien de ti que alguien prefiera convertirse en árbol a seguir aguantándote.

Cuervo (fantasía urbana)Where stories live. Discover now